Cultura

Ginés Cervantes, Antológica (2018) Una exposición para la Historia del Arte

  • Museo de Arte de Almería, Espacio Dos. Hasta el 10 de junio de 2018

El mercado comenzó en tono optimista, hasta que la apertura de Wall Street, afectado por los posibles efectos del huracán Sandy en las compañías aseguradoras, enfrió el ánimo de los inversores. De esta forma, las subidas del Íbex quedaron en nada, y eso que había habido buenos resultados empresariales en España.

Cuando nos encontramos el nombre del pintor Ginés Cervantes y la exposición antológica que nos ofrece en el Espacio Dos (antiguo CAMA) durante los meses de abril, mayo y junio, nos vienen felizmente a la memoria los nombres de otros artistas cuya fortuna, fortaleza y creatividad permite que sus vidas se prolonguen para el tiempo benéfico del arte. Sus amigos y admiradores se complacen y la historia de sus respectivas artes se enriquece con su consolidada madurez. -Pongan ustedes mismos nombres próximos y conocidos como ejemplos de artistas de semejante coetaneidad-. De otras geografías, épocas y artes, permítanme citar a creadores en una enumeración simbólica y aleatoria y de reconocimiento a lo que algunos han denominado genios de la edad tardía: Renoir, Picasso, J. S. Bach, Kurosawa, Goya, Zurbarán, Dalí, Miró, Rembrandt o Tiziano, Francisco Ayala, José Luis Sampedro, Saramago… todos mostraron su faceta más creativa superado con creces su periodo de madurez. Ese es el primer reconocimiento a Ginés: la excelente disposición creadora de su ánimo, la riqueza de un largo recorrido artístico, el entusiasmo y vigor que muestra en su vocación artística, su creencia en el arte -en la pintura- como valor cuasi supremo de la vida, en la libertad de su ejercicio: «Pinto lo que me apetece y cuando me aburro, cambio».

Estudiar y conocer suponen una libertad inesperada, y Ginés no ha detenido nunca ese destino cotidiano, y cuando se fatiga deja el paisaje y se dedica a la figura, cambia el bodegón por el mar, los óleos por las ceras, los pinceles por los dedos, los lienzos o las tablas por la modesta cartulina. Acaso por ello otros pintores más jóvenes de nuestra geografía lo admiran en el convencimiento de que cada vez que una persona mayor se mueve sin transmitir sus conocimientos es como si se quemara una biblioteca. Y no es esa la suerte de Ginés: con la modestia y sencillez propias de quien nunca se ha tomado en serio los magisterios usurpados o efímeros, ha hecho del arte una suerte de vitalidad siempre transgresora y sugerente: ello es principio, camino y fin admirables en el arte.

La actual exposición del Espacio Dos, largamente incubada, tiene dos precedentes inmediatos: la muestra Ginés Cervantes, sui generis (Factory Art, Mojácar, 2015), que organizó la joven comisaria María Rosa Martínez; y la antológica Ginés: 1970-2015 que acogió el Teatro Villa de Huércal Overa. Y otros dos antecedentes más alejados en el tiempo: la Exposición antológica (Unicaja, 1989) y la muestra Del círculo y la espiral (CAMA, 2001). De estas cuatro fuentes, que suman casi cuatrocientas obras de entre las que había que seleccionar las mejores, surge la exposición Antológica I (1975-2015) que podemos contemplar estos días.

(Aguardamos con verdadero interés la Antológica II (2015-2018) que en julio de este año 2018 mostrará en el Patio de Luces de la Diputación la obra reciente e inédita en la que un Ginés, renacido pintor, fiel a su constante expresionista introducirá dos sustanciales innovaciones en su pintura: la liberación de ciertas formas de expresión que lo conducen a un mayor sentido de la libertad estética -informalismo-, y el predominio del paisaje en su iconografía, paisaje terrestre o submarino, pero casi siempre traspasado por la fantasía de grafismos, formas y colores).

Pero volvamos a la exposición del Espacio Dos que nos ocupa. La muestra, integrada por 39 obras que corresponden a más de treinta y cinco años, está organizada por decisión del propio pintor según criterios estéticos inmanentes: el color, la pincelada, el dibujo, la iconografía, el estilo, son los vínculos que unifican las obras de manera que en cada sala o pared se crean entre los cuadros espacios de diálogo, de coherencia y de armonía: la sala negra con el bellísimo Bodegón de la pecera, Verónica y Descendimiento, tan sugerentes y sublimes; la zona de prevalencia de la abstracción con EL salto y Máscara, misteriosos; la sala de paisajes del Cabo, con Puente de hierro o Camino de los Escullos, en las que el expresionismo está determinado por una composición de evidencias geométricas que puede remitirnos al cubismo; el mar, sus aguas y las bellas casas soñadas, imaginadas, de apuntados dibujos y colores más que tiernos orientadas a un expresionismo lírico; la oposición entre la fiereza que pone espanto del Perro alunado y la derrota y humillación del Perro orillado; los espacios de la tristeza y de la enfermedad que se acompañan y se contrastan desde la maraña imposible de la Mujer sentada sobre un sillón rojo y la soledad desvalida del Joven enfermo; los cuadros de contenido erótico-mitológico, en los que Ginés inicia su compromiso con el ser humano en forma de la expresión del deseo, la decrepitud, la belleza deseada y fugitiva… las zonas de penumbra de la vida.

La exposición Antológica I (1975-2015) ofrece todos los requerimientos para ser considerada la mejor muestra de Ginés y ello por la selección rigurosa de las obras y por la radical belleza y autosuficiencia de las mismas, traspasadas decididamente por el impulso arriesgado del expresionismo. Las obras han vivido largos años su propia existencia más allá del autor, y pervivirán por sí mismas como expresión del compromiso del arte con el ser humano, y no renunciarán a su condición de obras de arte ni a la ética humanista que las alienta. Todo ello nos permite finalizar el texto tal como lo iniciamos: «Ginés Cervantes: Antológica (2018). Una exposición para la Historia del arte».

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