Mircea Cartarescu | Escritor

“Los mejores escritores, los de verdad, nunca han sido genuinos”

  • El rumano, candidato recurrente al Nobel y autor de libros aclamados como 'Nostalgia', 'Cegador' y 'Solenoide', es el primer protagonista de La Noche de los Libros este viernes en La Térmica

El escritor Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956), este jueves, en La Térmica, antes de la entrevista.

El escritor Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956), este jueves, en La Térmica, antes de la entrevista. / Javier Albiñana (Málaga)

Considerado uno de los más importantes escritores vivos, reconocido con galardones como el Premio Formentor y el Premio Austriaco de Literatura Europea y candidato recurrente al Premio Nobel, el poeta y novelista rumano Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) cuenta con una amplia legión de seguidores en España gracias a la labor de la editorial Impedimenta, que ha publicado libros como Nostalgia, Solenoide, El ojo castaño de nuestro amor y la primera entrega de la trilogía Cegador con la traducción de Marian Ochoa de Eribe. Cartarescu es uno de los protagonistas de la nueva edición de La Noche de los Libros que acoge este viernes La Térmica, donde mantendrá un encuentro con sus lectores a las 19:00 en el que además leerá algunos versos.

-Hay en su obra una cita referencial que sirve de eje central a su escritura: “El mundo tiene el diámetro de mi cráneo”. ¿Cabe entender que rinde tributo más a la imaginación que a la razón?

-La escala cerebral no lo es sólo en función de la razón, sino de todo lo que tenemos. Existimos en nuestro cerebro. Todo lo relativo a nosotros, las palabras que empleamos, la personalidad que desarrollamos, está ahí, en nuestra cabeza. No vemos la realidad, vemos nuestro propio cerebro. La realidad está ahí. El mayor problema al que se enfrentan la filosofía y la religión es la naturaleza de la realidad, y la mayoría de los pensadores comparten la idea de que la realidad está en nosotros, en nuestra conciencia. Mi respuesta respecto a la mente tiene que ver con la creatividad, no con la razón. La mente inventa la realidad, aunque a veces la realidad parezca desplazarse hacia afuera, como ocurre con los sueños y las visiones.

-¿Y qué hacemos con Platón y Kant cuando afirman que esa realidad conecta con algo que no podemos ver ni conocer?

-No sabemos casi nada. Es irónico que lo que los físicos modernos nos han revelado es que el 90% del universo está formado por materia y energía oscura, así que no podemos verlo. Es de locos, pero me parece una metáfora acertada de nuestras estrechas vías de conocimiento. Una hormiga es capaz de percibir lo que sucede en un entorno de dos centímetros. Nuestra experiencia es capaz de abarcar lo que sucede en un entorno de millones de años luz, pero en esencia es lo mismo. No sabemos si hay uno o más universos. No sabemos nada, y lo más trágico es que no lo sabremos nunca. Si algo define a nuestra inteligencia es la incapacidad de salir de su escala y abarcarlo todo. Y justo de aquí proviene la poesía: de la tragedia que entraña no poder saberlo todo.

-Precisamente, el físico Roger Penrose afirma que el conocimiento del universo nos acerca cada vez más a la fantasía. ¿Es ésta el realismo más fiel?

-Sí, todo parte de esta confusión. El realismo no tiene que ver con lo que vivimos en nuestro día a día. Es más, en mi opinión no hay nada a lo que podamos llamar realismo. Tenemos escritores considerados realistas como Balzac, Tolstoi o Thomas Mann, pero en mi cabeza pueden inclinarse tanto a la fantasía como García Márquez o Thomas Pynchon. No leo Guerra y paz como una escritura realista, sino como la creación de un genio. Nadie ha llegado a escribir este tipo de libros como Tolstoi, y esto demuestra que Guerra y paz no es un libro realista, sino una visión única e irrepetible. Así que no hago estas distinciones, todo lo que leo con fascinación es buena literatura. No sólo novelas y poesía: en el prospecto de un medicamento puede haber buena literatura. Me gusto mucho la literatura médica y psiquiátrica. Uno de los mejores libros jamás escritos son las Memorias del alemán Daniel Paul Schreber, quien hace una descripción extraordinariamente realista de su locura. Son trescientas páginas de pura paranoia y de absoluto realismo. También podemos encontrar muy buena literatura en los diarios personales. Cada persona es un escritor, aunque no tenga la necesidad de escribir.

"Escribo convencido de que no tengo límites. De que puedo decirlo todo. Para mí, pensar y escribir es lo mismo”

-¿La necesidad de contarse entraña la exigencia de inventar?

-Así es. Ya los clásicos distinguían entre fantasía e imaginación. Todo el mundo puede imaginar, inventar cosas que no existen. Y casi todo el mundo puede contar una historia. Pero para que esta historia puede ser compartida a lo largo de distintas generaciones hace falta la fantasía. La fantasía es divina, la imaginación es trivial. Mucha gente ha escrito sobre juicios, pero sólo Kafka escribió El proceso. La diferencia es la fantasía.

-Por cierto, ¿es Bucarest a usted lo que Praga fue a Kafka?

-Kafka fue una persona extraña. Vivía en una ciudad checa y escribía en alemán. Pero Bucarest no existe. Es una invención mía. En mis libros es un alter ago que tiene mi propio rostro. Bucarest está muy cerca de mí, bajo mi misma piel. Como los casos de hermanos gemelos en los que, aún en periodo de gestación, uno no puede desarrollarse de manera independiente y el otro termina incorporándolo. Eso me pasa con Bucarest, compartimos el mismo cuerpo. Al mismo tiempo es la ciudad en la que nací y en la que he crecido, pero mi Bucarest, la que yo he creado, es algo muy distinto.

-Wittgenstein sostenía que de lo que no se puede hablar, mejor callar la boca. ¿Alguna vez ha sentido que el lenguaje no le bastaba para contar lo que quería contar?

-Wittgenstein también dijo: “Los límites del lenguaje son los límites de mi mundo”. Es mi filósofo favorito, lo leo constantemente. Gran parte del pensamiento de Kafka está contenido en su Cuaderno marrón. Mi lema es claro: no hay límites. Escribo bajo la convicción de que no los tengo, de que puedo decir lo que quiera. Es una sensación muy poderosa. Hay escritores que afirman que se pelean con el lenguaje. Yo no, nunca. Para mí, escribir y pensar es lo mismo.

-¿Se siente parte de alguna tradición literaria?

-Me considero un escritor tradicionalista, porque me siento muy cerca de los clásicos. Lo que los antiguos escribían contenía más humanidad y más magia que lo que se escribe hoy día. Disfruto mucho con los clásicos grecolatinos, con Herodoto, con Plinio. Es verdad que luego hubo grandes autores en el Barroco y en el Renacimiento, pero gran parte de las obras más importantes se escribieron en la Antigüedad. Los mejores escritores, los de verdad, nunca han sido genuinos: siempre han mostrado gratitud a otros. La literatura es algo en lo que participa mucha gente. Esto no funciona mediante libros separados que no tienen nada que ver entre sí. Más aún, el libro forma parte de un determinado sistema literario, pero fuera de este sistema un libro no es nada. Por eso siento un gran respeto por escritores eruditos como Borges. Todos los grandes escritores han sido antes grandes lectores.

-Si en su etimología griega el término poesía significa dar a luz, ¿qué se puede dar a luz hoy?

-Hay mucha confusión en torno a la poesía. Se admite por lo general que un poeta es alguien que escribe versos, pero sólo en un determinado caso particular un poeta escribe versos. La poesía es una forma primigenia, limpia e infantil de ver las cosas. He conocido a muchas personas que eran auténticos poetas sin haber escrito un libro. Cualquiera que cuente con la gracia suficiente para disfrutar el mundo como si fuese siempre la primera vez, con una forma auténtica de mirar la realidad, es un poeta. A partir de aquí, que un poeta se dedique a escribir es algo circunstancial. Hay presuntos poetas que pueden haber publicado veinte libros de versos y no son poetas. Lo que, por otra parte, es lo normal. Los libros de poesía son los lugares del mundo en los que cabe encontrar menos poesía. Más aún, hay poesía en cualquier sitio menos en los libros de poesía.

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