Cultura

La escuela frenética

Baile: S. de los Reyes. Cante: J. Corbacho, J. Flores. Guitarra: J. Campallo. Palmas: Juan de los Reyes. Lugar: Cicus. Fecha: Jueves 26 de junio. Aforo: Un tercio de entrada.

El arte de Saray de los Reyes es eminentemente físico. Y no hablo sólo de la serena contundencia de su zapateado, que es el fundamento de su baile. También me refiero al acompañamiento musical de su grupo, que es su familia. Incluso a los decibelios de la noche. Esta bailaora sevillana se alinea, como buena parte de las flamencas actuales, en la escuela frenética, radical, intensa, de Carmen Amaya. Una propuesta que se alimenta, hasta el punto de rozar el tópico, de la contundencia y el temperamento que desde la posguerra se asocia a este arte. Hasta el punto de que la bata de cola, por ejemplo en las cantiñas, es un mero adorno de la danza. Lo que importa es la tierra, los pretendidos atavismos, hasta el extremo de una puesta en escena bastante predecible. Es lo que se llama hoy flamenco clásico pese a que, como digo, sea un fenómeno muy reciente en la historia de lo jondo. Fue Amaya la que operó esta revolución. Hasta los años 30 el arte de la mujer flamenca era el arte de manos, muñecas, cabeza, hombros y caderas, quedando el zapateado, sobre todo de esta forma fiera que lo entiende Reyes, reservado para el hombre. En este sentido, la seguiriya se erige en el número paradigmático. Épica directa, obvia, confortable, pese al esfuerzo físico que supone, tanto para los intérpretes como para el público, que sabe cuál es su lugar, su función, porque se le señala en rojo dónde debe jalear, estremecerse, sentir.

En la misma línea de contundencia se sitúan los cortes, el frenesí de palmas y el rasgueo de la guitarra. El lirismo sólo tuvo cabida en los números de cante que llevaban de un baile a otro. La voz afinada, nasal, de Jesús Corbacho y el estilo claro pero rotundo de Javier Flores. Fueron los momentos en los que la contundencia cedió a la melodía, el delicioso entramado lírico del flamenco oriental.

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