José Mercé y Tomatito | Entrevista

"Somos ya muy mayorcitos para caer en historias de ego"

  • El cantaor jerezano y el guitarrista almeriense, gigantes del flamenco, presentarán 'De verdad', su disco conjunto, el 16 de febrero en el Cartuja Center de Sevilla

José Mercé y José Fernández Torres, 'Tomatito', tras la entrevista en la redacción de 'Diario de Sevilla'.

José Mercé y José Fernández Torres, 'Tomatito', tras la entrevista en la redacción de 'Diario de Sevilla'. / Belén Vargas

Vienen José Mercé y Tomatito, dos gigantes en lo suyo, con el mono de trabajo puesto para promocionar el disco que acaban de publicar y apenas se desviarán de ese camino. Acaban de poner en pie algo parecido al concepto de supergrupo estelar de la cultura rock, sólo que en flamenco y bastándose ellos dos, sin necesidad de más aderezos.

El jerezano ya había grabado antes con el almeriense (las Bulerías del pañuelo del disco Mi única llave del primero), y Tomatito había puesto antes sus seis cuerdas al servicio del cante (de Pansequito en Como los gitanos éramos), aunque desde la muerte de Camarón, junto al que tocó la cima e hizo historia, es infrecuente que no vincule su nombre a proyectos en los que su guitarra no sea el argumento estelar. Por todo ello, De verdad (Universal), su disco conjunto, que ambos presentarán en directo en Sevilla el próximo 16 de febrero en el Cartuja Center, es un auténtico acontecimiento.

"No lo pensamos demasiado, simplemente nos apeteció. Queríamos divertirnos. Yo no utilizaría la expresión por derecho para definirlo, pero sin duda aquí está resumida la idea de lo que es para nosotros el flamenco", dice Tomatito.

"Queríamos recordar esa época de nuestra juventud en los tablaos. A los dos nos ha ido muy bien y a veces llega uno a un punto en el que se olvida lo bonito que es trabajar de tú a tú. Pero, como dice él, esto va de cómo lo sentimos nosotros. No es nuestra intención decir mira, atiende, esto es el flamenco. Porque el flamenco es tan grande...", añade Mercé. 

"Queríamos recordar nuestra juventud en los tablaos, no decir 'esto es el flamenco', porque el flamenco es tan grande..."

Grabado en el estudio que tiene Tomatito en la localidad almeriense de Aguadulce, "sin que nadie nos dijera lo que teníamos que hacer", recalca Mercé, De verdad ofrece un muestrario de palos clásicos "tan extraordinarios como soleá, seguidilla, alegrías, bulería, zambra a la manera de Caracol...", enumera el cantaor.

Interpretados a su manera, con su sello personal, yendo a lo esencial, sin probatura alguna. "Yo siempre digo que no hay que arreglar lo que no está roto. Mira, voy a meterle un arreglito a esta soleá... ¡Para qué, criatura! No arregle tanto, si no eso no está roto, si funciona perfectamente así... Recree usted lo que hay ahí ya y se acabó", afirma rotundo Tomatito. 

Llegan a la entrevista compartiendo chanzas. Mercé le dedica una pataíta en el ascensor al guitarrista, al que de repente las alturas le han dado yuyu. Después, en un paréntesis de la charla, Tomatito le enseñará a su compañero chascas del WhatsApp y fotos de cuando era joven y se pasaba el día tocando descamisado en la calle que ha encontrado hace poco, casualmente, en un libro de un fotógrafo inglés. Si hay aquí una competición de egos, lo disimulan bien.

"Antes, tocarle a un cantaor era la ilusión de un guitarrista; no sólo no era una cosa menor, sino que era lo máximo"

"Anda ya", dice Mercé, que de hecho se adelanta a la pregunta: "Nosotros hemos hecho ya nuestras carreras, hemos podido vivir de esto, tenemos nuestro sitio en esto, así que esas historias están de más. Ya podemos permitirnos el lujo de trabajar para disfrutar; si no, para qué". "¿Y la alegría que me da a mí cuando en mitad de un concierto la gente se levanta y aplaude a José? Eso es una maravilla, coño. Yo toco, la gente me aplaude, pues muy bien, para qué quiero más. Hemos visto muchas veces cómo se estropean las cosas con tanto yo-yo-yo-yo, y nosotros somos muy mayorcitos para caer en eso", coincide el guitarrista.

Aunque hay ahora "niños muy buenos", cuyos nombres sin embargo no conoceremos porque se deshacen de la repregunta como peces saltarines de las manos, los dos andan un poco disgustados con ciertas actitudes de sus colegas jóvenes.

"A mí me gustaría que los guitarristas aprendieran a tocar para cantar. Yo, desgraciadamente, me tuve que hacer solista por lo que ocurrió [la muerte de Camarón]. Y me ha ido muy bien, pero no he olvidado lo importante que es lo otro", dice Tomatito. "Pasa lo mismo en el cante –interviene Mercé–. Hay mucha prisa por sentarse en una silla". "Cuando yo empecé, de jovencillo –retoma el guitarrista–, la ilusión era tocarle a un cantaor. Entonces no era una cosa menor, era lo máximo. Luego llegó Paco de Lucía y puso la guitarra en orden, pero yo sólo digo que cuando hablas mucho es más fácil meter la pata. Eso de despacito y buena letra no suele fallar". 

"Tocar en los grandes teatros está muy bien, pero a cambio se ha perdido mucha vivencia con otros artistas"

Poco a poco, la conversación se va convirtiendo en una partida de ping pong entre ambos. Y llegamos al pasado. Por ejemplo al cliché, hoy denostado por buena parte del relevo flamenco, de la fiesta bien regada para la inspiración a las tres y media de la madrugada.

"Claro, ahora es fácil rechazar eso, pero en aquella época muchos no tenían otra forma de comer. Recuerdo muchas anécdotas de mi tío Sordera, de Chano Lobato, Tío Borrico, Terremoto, de toda esa gente... Esas criaturas tenían que beberse dos cajas de vino y cantar antes de que el señorito les diera una tapita de queso para llevarse cinco duros, y eso cuando el tío no le decía bueno, ya nos veremos y, hala, para casita con el bolsillo vacío. Pero hace mucho que afortunadamente esta profesión se dignificó. Tenemos la suerte de no haber tenido que vivir eso, pero de ahí a decir que aquello le hizo daño al flamenco...", defiende Mercé.

"La nuestra fue ya la época de los festivales, y aquello era muy bonito. Íbamos todos en comandita a ver a los compañeros. Ahora es estupendo que abran los grandes teatros para ti, pero es otra cosa, se ha perdido mucha vivencia, y eso para el flamenco es importantísimo. Yo desde luego lo echo de menos. Yo soy lo que soy no por haber tocado en grandes teatros del extranjero, sino por haber sido un guitarrista callejero que se crió en Pescadería [un barrio de Almería] tocando en los trancos, ni con silla ni nada, en el suelo ahí tirado", concluye el Tomate, y saca de nuevo el móvil, donde aparece él, en una foto en blanco y negro, sin camiseta y con un caballo: "Mira, mira, las fotos que echaba el guiri. ¡Y a nosotros aquella vida ni nos llamaba la atención!".

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