Israel galván. bailaor

"No puedes hacer algo en lo que no crees. La vida es muy corta"

  • El artista sevillano, Premio Nacional de Danza, presenta desde mañana en Madrid 'Flacomen', espectáculo con el que triunfó en la pasada Bienal

Israel Galván es una máquina de libertad de expresión total: ni sus pies ni su lengua, latiendo a compás, se someten a algo en lo que no cree. Ahora estrena en Madrid Flacomen, una revisión de su carrera desde un mirador nuevo porque, asegura, tiene ya "un pie en el baile de ayer" y "otro en el que quiere bailar". Galván (Sevilla, 1973) estrena este jueves en el Festival de Otoño a Primavera de la Comunidad de Madrid, en los Teatros del Canal, algo que sólo se ha visto hasta ahora en la Bienal de Flamenco de Sevilla, en el Festival Temporada Alta de Gerona y en el Festival de Cante de las Minas de La Unión. En esos sitios, dice el artista, le vieron "con atención" y "parece" que "agradó", tal es su forma pudorosa de no decir que fue un rotundo éxito.

"Es otra mirada hacia las obras que he hecho en mi carrera, un baile más relajado, casi como si estuviera ensayando", detalla el bailaor y coreógrafo.

La nueva producción "apareció casi por sorpresa", cuando conoció a la bailarina Patricia Caballero y quiso hacer un "concierto", sin guión ni escenografía, con lo que había bailado hasta ese momento, porque hay cosas que ha llevado de gira pero otras, sobre todo las del principio, sólo las ha puesto en escena "un par de veces". Al final, resuelve, Flacomen es "algo totalmente nuevo" y el espectáculo con el que se siente "más libre". "Es", detalla, "como una bisagra: permite pasar de un lado a otro y es que yo ya estoy viajando de un lado a otro, con un pie en ayer y otro en lo que será mi baile mañana".

Arropado en escena, que firma Patricia Caballero con dirección de Pedro G.Romero, por David Lagos, Tomás de Perrate, Eloísa Cantón, Caracafé y Proyecto Lorca, Galván vuelve al Festival de Otoño a Primavera, donde el pasado mes de junio "la armó" con su colaboración con el coreógrafo y bailarín británico Akram Khan, en Torobaka, espectáculo con el que ha estado un mes en la cartelera parisina, en concreto en el Théâtre de la Ville.

Una de las piezas más aplaudidas de Flacomen son los "fandangos paraos" del final, que ha coreografiado Pedro G. Romero, y que también bailan los músicos. "La obra juega con el arquetipo según el cual los flamencos tienen que bailar macho y las mujeres femeninas. Este es un flamenco unisex. No trata de flamencos que salen de los armarios sino de romper estereotipos, de que es sana la ambigüedad", defiende.

En Flacomen Galván baila en solitario para deconstruir el universo que alumbró con Mira!/Los zapatos rojos (1998) y siguió hasta Lo Real, con el que también la formó en el Teatro Real en 2012, con parte del público criticando a gritos lo que veía en escena y abandonando el teatro. "Los que me ponen verde tienen a veces razón, no van desencaminados, pero lo del Real pareció parte de la obra. El primer grito -"¡Esto es una tomadura de pelo!"- pilló a la Uchi, que es gitana, sola en el escenario y todos los demás nos quedamos 'ostras, y ahora qué, cómo levantamos esto', pero el público -que pidió respeto a la abonada que gritaba- se convirtió en parte del juego y su reacción nos empujó a seguir adelante", revela.

Asegura que se sintió "contento de provocar" con su baile y que siempre se sentirá agradecido al fallecido Gerard Mortier, entonces intendente del teatro, por "la confianza y la energía" que les infundió. "Eso es lo que me llevo. Las críticas son una pérdida de tiempo total. No puedes hacer algo en lo que no crees. No soy chulo, es que la vida es corta y la del bailarín más", sostiene.

"Fui piedra y perdí mi centro", gritaban en Lo Real. ¿Ha sentido alguna vez que estaba en peligro?: "la sensación que tengo es que cuando estoy más turbio, cuando no sé lo que va a pasar, es cuando estoy mejor, cuando me siento más en el centro". "Cuando estoy muy seguro es cuando me vienen todas las dudas. No me viene mal, aunque sea un poco cansado, la noria esta", se ríe este padre de dos niños que no para de actuar fuera de España. Su clave, ahora como antes, es aprender, "retroalimentar" su energía, como una dinamo humana: "todos los pasos me tienen que sentar bien, si no, no valen". "Lo bueno del baile es cuando te das cuenta de que no estás bailando. La forma en la que más me gusta moverme por el escenario es de un lado a otro. Cuando voy por un camino, dejarlo y empezar a andar por otro".

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