Carta del Director/Luz de cobre

AVE Almería 2026, una promesa por cumplir

El sueño de terminar las obras del AVE en 2026 es una quimera sólo posible mientras estamos en brazos de Morfeo

El Gobierno ve margen para que el AVE que un día nos debe unir con Madrid llegue en 2026. El optimismo, para aquellos que desconocen si en esa fecha ocuparán cargos públicos, les alcanza para afirmar sin el recato, el decoro y el respeto que los ciudadanos que aquí habitamos merecemos que, incluso, estaremos conectados con Granada en 2030.

La ministra de Fomento, Raquel Sánchez, que aún no ha tenido a bien visitar a Almería y patearse los distintos tramos en obras, decía la semana pasada en el 6º Acto Empresarial por el Corredor Mediterráneo que su departamento moviliza al día casi tres millones de euros, 2,7 concretamente, en 700 kilómetros de vías en construcción desde Francia hasta Algeciras.

El dato estoy convencido de que es cierto. No albergo una sola duda de que aquellos que han sido capaces de sumar, restar, multiplicar y dividir, y si es necesario hasta hacer logaritmos, han logrado cuadrar el círculo de la esperanza para aquellos vecinos que albergan la ilusión de hacer el recorrido entre Almería y Madrid en tres horas o plantarse en Barcelona en cinco.

Pero la realidad es tozuda y siempre acaba imponiéndose frente a los cuentos de la lechera de quienes que han ejercido el poder en los últimos 30 años en este país. Sólo basta con recorrer las obras para observar que la fecha de 2026 es una quimera, un sueño bonito que es hermoso mientras estás en brazos de Morfeo, pero que salta hecho añicos cuando abres los ojos.

No niego, al contrario, me satisface ver como en el trazado cada vez hay más máquinas. No vayan a pensar que las excavadoras, niveladoras, tractores y demás maquinaria provocan un colapso de tráfico por donde laboran. ¡Que no! Pero percibimos cierto movimiento donde hace unos meses sólo había desierto. Un movimiento que irá creciendo en la misma medida que se acerquen los compromisos electorales de 2023. Ojalá hubiera elecciones todos los años y las obras, entonces sí, hasta podrían concluir en la mágica fecha que nos repiten con insistencia.

Mientras tanto, quñe empeño en abundar en fechas y plazos. El intento de convencernos con la palabra es equiparable a los incumplimientos que los trabajos y la inversión se encargan cada semana de desmentir. Y ahí seguimos, enfrascados en la calima que empaña y oscurece cualquier intento de blanquear o dar luminosidad y brillo a un proyecto que un día, no sabemos cuando, de verdad acabará con el aislamiento secular de esta esquina de la piel de toro. Tanto ha sido el consumo de tinta para hablar del AVE, que cuando este 2022 comienza a dar su últimas bocanadas los que aquí vivimos ya nos conformamos, puestos a ser complacientes, con que se gaste los proyectado y planificado en los presupuestos. Que no es poco.

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