Esta semana que dejamos atrás, falleció en Argentina Carlos Timoteo Griguol a los 86 años de edad. A los jóvenes millennials seguramente esta efeméride poco o nada les va a decir, pero a los que ya peinamos algunas canas, el técnico forma parte de la libreta de apuntes con que crecimos mirando y jugando al fútbol. Dirigió varios equipos aunque sus amores fueron Atlanta, -el cuadro de la comunidad judía en la Argentina-, y Rosario Central, conjunto al que llegó a dirigir. Hace 20 años vino al Betis, pero solo es un dato estadístico. Yo me acuerdo de él como técnico de Ferro y de Gimnasia y Esgrima de La Plata. Con Ferro dirigía aquel Expreso Verde del Oeste al decir del relator Víctor Hugo Morales, equipo campeón del Nacional 1982. El recuerdo lo ligo a mi viejo, con quien escuchábamos los partidos pegados a una radio a transistores, porque todo aquel que no era de River o de Boca, ese año hacía fuerza por Ferrocarril Oeste. Las cámaras de la televisión se colaban en el túnel del vestuario y nadie saltaba al campo sin recibir su palmada en el pecho. Siempre pensé que era un método motivacional, una manera de espabilar al jugador, de decirle "hoy hay que ponerle el pecho al asunto si queremos llevarnos algo". Siempre me llamó la atención su conseguida estampa de hombre mayor y de otros tiempos luciendo su inseparable gorra, parecida a esas que usaban los porteros en la primera mitad del siglo pasado. Hace treinta años ya me parecía a mí y con seguridad a todos esos que cariñosamente le decían el "Viejo". Griguol tenía también una costumbre que llamaba poderosamente la atención de los modernos. En el túnel del vestuarios, antes de salir al campo de juego, el Viejo, como dije antes, daba un golpe en el pecho a sus pupilos. Esa costumbre la exportó a España el Cai Aimar, el primero de los Aimares que vinieron después. El Cai también daba golpes en el pecho a sus jugadores, entre ellos los del Logroñés y del Celta. Nos dejó el Viejo como nos están dejando tantos. Los que escribieron la historia cuando el fútbol era un deporte de verdad.

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