Análisis

rafael montes

Alcalde rastreador

La segunda ola se esperaba, se tenía la certeza de que ocurriría por estas fechas

Les voy a contar en esta atribuna cómo trabajamos en los pueblos la pandemia mientras que en las ciudades se desmadra el índice de contagios, y lo voy a explicar describiendo dos casos, uno cualquiera de los que hemos tenido aquí, en el municipio de Fiñana, y otro que conozco perfectamente que ha ocurrido en Almería capital. Se trata de unos simples ejemplos.

Si en Fiñana detectamos un caso positivo, automáticamente nos ponemos tras ello, con el fin de saber dónde ha estado la persona, con quienes, y poder acotar de este modo el riesgo al que nos exponemos. De alguna manera hacemos la trazabilidad de las últimas horas de la persona que ha dado positivo, y entiendo que pueda ser excesivo el peso de lo que como grupo, como vecinos, esperamos de él para que sencillamente no ponga en riesgo a los demás.

A partir de ahí, ofrecemos todos los medios a nuestro alcance para que se hagan las PCR necesarias tanto al afectado como a las personas que conviven con él o ella, a quienes han tenido contacto directo y a todo aquel que pueda suponer un foco de riesgo. Obviamente en el Centro de Salud de mi zona me odian, y si no lo hacen, estarán muy cerca de ello, porque la presión que les trasladamos es exactamente proporcional a nuestra total disposición para poder ayudarles en lo que no reciben de la administración de la que dependen. Me explico, desde instalarles un portero automático, arreglarles puertas, comprar mascarillas y hasta una partida de test rápidos que he puesto a su disposición por si no les alcanza con lo que tienen. Me pueden llamar coñazo, pesado y todo lo que quieran, pero si me entero de que los rastreadores no llaman a las personas que tienen que controlar, ahí estamos nosotros para recordarles que deben hacerlo porque sólo ellos cuentan con la autoridad suficiente para ello.

Y ahora contrapongo el caso de un buen amigo en la capital. Cinco en una casa en la que una hija se contagia en su centro de estudio. Le hacen la PCR en la Bola Azul (no sé como se llama ahora) y da positivo. Le dicen que paracetamol y que ya la llamarán.

Y sí, la llamaron, y le dijeron que efectivamente estaba infectada. Pasó sus dos o tres días malos con malestar, fatiga, algo de temperatura y poco más. Ni una llamada de un rastreador. Ni una prueba PCR ni nada por el estilo a las personas que conviven con ella.

Obviamente se han confinado como buenamente han entendido que deben hacerlo, guiados por lo que leen en medios de comunicación, y no porque nadie les dé una indicación directa más allá del paracetamol.

La primera duda que me surge es obvia, quiero decir, si tenemos o conocemos un número real o aproximado a la realidad sobre los casos que hay en la provincia. Lo segundo que no entiendo es que para el plan de playas sí somos capaces de contratar a miles de personas, ponerles unas bermudas, un par de camisetas y lanzarles a pasear en las playas. Pero para colaborar en el rastreo, en la contención de la segunda ola, desatascar la atención primaria aunque sólo sea atendiendo los teléfonos de los centros de salud, para eso no hay nada.

No entiendo que a estas alturas, con el miedo que hay en la población, la desesperación de autónomos y trabajadores, no seamos capaces de ofrecer como garantía un sistema sanitario en el que, por lo menos, se atiendan las llamadas de las personas que recurren al sistema pidiendo ayuda.

Y ya no entro en la incapacidad de la Junta para atender la asistencia médica que estaba programada ajena a la Covid 19, porque la segunda ola se esperaba, se tenía la certeza de que ocurriría más o menos por estas fechas, pero después de lo que llevamos vivido, es inadmisible que nos sigan pillando con el pie cambiado y con los mismos genios al frente.

No lo entiendo, pero de lo que soy consciente es de que hoy, en mi pueblo, estoy mucho más seguro que en ninguna ciudad pese a que, como es obvio, no estemos exentos de riesgo.

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