Hace unos años se puso de moda el barefoot, que consiste, más allá de raros vocablos, en practicar deporte sin calzado. Quienes defienden esta técnica alegan amplios beneficios, ampliando la calidad del movimiento y aliviando dolencias. El fisioterapeuta Eduardo Alaustré, por ejemplo, expone que a menos cantidad de suelo, más información llega a los pies y más información es capaz de interpretar el sistema nervioso, teniendo como consecuencia una mayor calidad de movimiento y relaciones entre diferentes estructuras corporales. No son pocos los centros deportivos en los que se puede observar al deportista de turno realizar su actividad descalzo. Sin embargo, si tiene pensado salir a correr (lo de runner lo dejamos para los eruditos) por Almería, olvídese de hacerlo sin calzado deportivo.

Vivimos en una ciudad asquerosa, en la que tanta culpa tiene el ciudadano de a pie como el servicio municipal de Almería. No quiero que el político de turno me exponga cifras y que el Ayuntamiento ha hecho un grandísimo esfuerzo en adquirir la última maquinaria; sino poder bajar a pasear al perro y no tener que ir esquivando suciedad cual atleta en la pista de atletismo con los distintos obstáculos. Desde que Zeus llegó a mi vida, descubrí cuánta suciedad hay en la calle. Que haya hojas de los árboles es normal y algo natural, pero no que el suelo esté copado por plásticos y pañuelos que tiran esos guarros que no sólo no piensan en el mundo que dejarán a sus nietos, sino en la ciudad de mierda en la que viven, con un egoísmo propio de la gentuza.

Tampoco quiero que el consistorio ponga la crítica en el ciudadano, puesto que no se entiende que el centro esté mucho más reluciente que barrios como Las 500 Viviendas o zonas como las cercanas al Estadio de los Juegos Mediterráneo, donde lo más limpio que se puede encontrar uno es un condón.

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