En el estío de 2009 desde el Almería se habló de dar un paso más y después de tres permanencias en la máxima categoría buscar entrar en competición europea. Para ser justos, ese Almería de Lillo jugó como los ángeles en pretemporada, con ese sistema de tres centrales cuando era obsoleto y alejado de la moda actual. Ese curso fue un desastre, haciendo el cuadro rojiblanco una de las puntuaciones más bajas en la historia de Primera División. Trece años después la palabra 'Europa' vuelve a sonar con fuerza por estos lares. Y no sale precisamente de boca de aficionados ilusionados, sino de los dirigentes de la entidad indálica. El objetivo no está marcado para esta nueva temporada, sino más bien para corto-medio plazo. Sin embargo, bien haría el propio club en quitarle presión a un vestuario que ya la ha acusado temporadas anteriores. Porque la exigencia ha sido predominante desde que aterrizó Turki Al-Sheikh. Si bien el objetivo del ascenso fue marcado a tres años vista, decisiones como la destitución de entrenadores a las primeras de cambio (algo que por fortuna se ha corregido) dan prueba de esa exigencia, a veces desmedida como con las declaraciones del otrora Guti, después Gutiérrez y de nuevo Guti, asegurando que la meta era ser campeones para un equipo que no es que no ascendiera de manera directa, sino que ni se clasificó para la final de la promoción. La ambición, fundamental en el fútbol y en cualquier aspecto de la vida, regresó tras la venta de Alfonso García, quien no mostraba ninguna ilusión en su última etapa. Mucho ha cambiado desde entonces, incluidas operaciones y presupuestos entonces inimaginables. Pero bien haría el entorno y sobre todo el propio club en dejar claro que el único objetivo es la permanencia en una Primera División que tanto ha costado alcanzar con objeto de no cargar a un vestuario de una presión innecesaria, máxime para un equipo que ni mucho menos está asentado en la élite.

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