Martes Santo, martes de Humildad y Paciencia, Perdón y Amor, cuatro bellas palabras sustantivas virtuosas que engloban las advocaciones cristíferas, que en el día de hoy realizarán sus cortejos procesionales, las Estaciones de Penitencia a la apostólica catedral de la Encarnación, tras toques de silencio en la Iglesia de la Compañía de María, los ayes y quejíos de las saetas más amorosas al Primer Dolor y el sabor vetusto y cristiano de un barrio de Los Molinos, que todas las primaveras regresa al casco histórico para hacerse cofradía penitencial.

Tres cofradías de nazarenos, las cuales en su mística configuración cofrade hacen en su conjunto la bienaventurada oración del Padrenuestro, recogiéndose en el Cristo del Amor, salido providencialmente de la gubia del fundador del Movimiento Indaliano, el polifacético almeriense Jesús de Perceval, uno de los símbolos identitarios y más genuinos de nuestra Semana Santa, una mirada al pasado más reciente, para hacerse presente en la religiosidad popular de ese "Quinto Evangelio según los amanuenses", que se resume en el Amor crucificado de Jesús Nazareno como expresión del infinito amor de Dios por la redención de los pecadores y la salvación del alma para la vida eterna.

En el año 2015 me sumé al centenario del nacimiento de Jesús de Perceval con la publicación "El Espíritu Indaliano", editado por Círculo Rojo, en el que, entre los capítulos del ensayo novelado, uno está dedicado a la excelsa obra de la imaginería de la Semana Santa realizada por el afamado Jesús de Perceval, el Santísimo Cristo del Amor. Autor al que conocí, sin amistad alguna, en los años 70 y 80 al coincidir de forma cotidiana o diaria con él en la zona y casa en donde residía, calle Padre Gabriel Olivares, hoy Jesús de Perceval, junto al Convento de los Padres Franciscanos, por pertenecer quien suscribe a la Cofradía del Silencio ubicada en la hoy reformada Iglesia de san Agustín.

El Santísimo Cristo del Amor, a cuyas espaldas del presbiterio de la Iglesia de san Sebastián, en donde se encuentra la imagen sagrada al culto público, tiene una calle dedicada a esta advocación evangélica, el único Mandamiento de Dios, que conecta la calle Alcalde Muñoz con la calle Murcia, y que según comentan en los ámbitos cofrades, la faz del Crucificado del Amor es de marcada influencia de Alonso Cano, granadina y la composición de la imagen nos recuerda a los modelos levantinos impuestos por Francisco Salzillo en el siglo XVIII.

Tiene unas peculiaridades anatómicas que lo asemejaban con el hermano de Jesús de Perceval, quien sacaría de la imagen de Miguel, sacerdote que lo fue de la diócesis de Almería, el modelado para aplicar la gubia sobre la madera de pino. Es un Cristo de unas hechuras físicas acentuadas en la parte orgánica del cuerpo, en actitud agonizante mirando al cielo, evocando el momento de la última expiración terrenal, una vez pronunciadas las palabras: Pater in manus tuas commendo spiritum meum.

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