Cuantas veces hemos deseado que este año pase pronto: un año que nos ha mantenido en pausa y, a la vez, expectantes ante un futuro incierto e imprevisible. Este año ha sido especialmente duro para aquellas personas que han perdido su empleo, para aquellas personas que, tras haber remontado la última crisis que comenzó en 2008, se han visto de nuevo vapuleadas por unos avatares difícilmente predecibles en el que todos los sectores productivos se han visto resentidos. La crisis económica actual derivada de la pandemia se está cebando, de nuevo, con los más débiles y está claro que el coronavirus está consiguiendo acrecentar aún más las desigualdades. Ante estas circunstancias tan negativas que han visibilizado la necesidad de la protección laboral y social, la UGT ha sido un interlocutor imprescindible. No olvidemos que las multinacionales, las entidades financieras y las grandes empresas cuentan con lobbys para conseguir sus objetivos y satisfacer sus prioridades, mientras que la clase trabajadora siempre se lleva la peor parte en tiempos de crisis. Es aquí donde se pone de manifiesto el valor de nuestro Sindicato como un intermediario fiable y como un muro de contención contra los abusos y la vulneración de los derechos laborales, tan necesarios para un modelo social más justo. Si, por un lado, el parón económico y el retroceso han sido inevitables, por otra parte ha sido fundamental la acción sindical de la UGT y su intermediación para recuperar la economía. En junio de este año nuestro secretario general Pepe Álvarez, presentó, junto a su homólogo Unai Sordo, la propuesta sindical para la construcción de un nuevo país: "Un país con futuro. Más solidario, más igualitario, más productivo, más verde". Además Álvarez reclamó al presidente del Gobierno que, "más allá de participar en la Comisión parlamentaria para la Reconstrucción, convoque una mesa de diálogo social presencial y acuerde esta reconstrucción con las organizaciones sindicales y empresariales". Necesitamos a los sindicatos más que nunca, necesitamos unas organizaciones fuertes que defiendan a aquellos que viven de su empleo, reivindicando medidas para las personas más vulnerables. No cabe duda de que durante esta pandemia el modelo económico-comercial ha cambiado, han aparecido otros escenarios laborales y nuevasrealidades productivas, en las que UGT sigue abanderando la lucha por las condiciones laborales de las personas trabajadoras, como es el caso de los riders. La pandemia también nos ha quitado la venda de los ojos en lo que se refiere a servicios públicos (sanidad, educación, dependencia, servicios sociales) y hemos podido ser conscientes de que ahora estamos pagando las consecuencias de la implantación de políticas de austeridad, incluidos recortes, que poco a poco van mermando nuestra calidad de vida y, en general, la sociedad del bienestar. Por eso este año 2020 no es un año para olvidar, sino para recordarlo siempre. Para que las generaciones futuras no cometan los mismos errores y para que, en definitiva, nos sirva como lección para aprender a darle valor a lo que realmente importa: las personas. Pero aún no es tarde. Todavía nuestro país tiene la oportunidad de salir de esta crisis con acciones políticas que prioricen a las personas, garantizando y reforzando la protección social necesaria para los más débiles, garantizando unas pensiones dignas para nuestros mayores y, como no, garantizando una atención adecuada a las personas dependientes. Los próximos años deben ser nuestra oportunidad también para seguir avanzando en igualdad, para erradicar cualquier tipo de discriminación. El futuro de nuestra sociedad debe estar fundamentado en el necesario cambio de nuestro modelo productivo, apostando por la industria, diversificando y mejorando el sector turístico, impulsando la I+D+i, la formación y sobre todo propiciando empleos estables y con derechos, seguros y saludables, algo para lo que resulta fundamental acabar con la normativa laboral de la precariedad. En definitiva, aún estamos a tiempo de reconstruir un país sobre unos pilares fuertes y no sobre los cimientos tambaleantes de la desigualdad, la insolidaridad y la injusticia. Y para esto es fundamental el papel que juegan los sindicatos de clase.

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