Análisis

Pablo Martínez -Salanova Peralta

Avería y redención

Tiger Woods vuelve a enfundarse la chaqueta verde tras su descenso a los infiernos

Me resulta el mundo del golf completamente ajeno. Pocas cosas se me ocurren más aburridas. Cuando sale un golpe de esos que a la primera meten la bola desde su casa, pues está curioso, pero poco más. Además, me parece tan complicado que se me hace inaccesible. ¿El que es bueno nace o se hace? Yo no tengo mucha experiencia, la verdad. De mis pocos contactos con la práctica de este deporte fue aquella vez en el minigolf. Comenzó la cosa bien, iba yo avanzando hoyo por hoyo a buena velocidad, pero era todo un espejismo. No iba a ser el golf la excepción que confirmara la regla de mi falta de aptitud para el deporte. Aquel maldito pulpo del número 18 se me atragantó y ahí me estanqué. Era joven y acababa de salir de la fiesta de Blas (¿por qué iría nadie de otra manera a un minigolf?), así que tampoco puedo calibrar realmente mi destreza con los palos, o la falta de ella.

Porque aunque tiene más pinta de deporte que el ajedrez, tampoco es que uno se imagine la férrea disciplina que se presupone a otras modalidades. Pero sí, tanto mente como cuerpo tienen que estar en sintonía o se va todo al garete. Que se lo digan a Tiger Woods, uno de los más grandes de la historia, el que quedará presente para mi generación. Porque, por mucho que lo forzáramos en España, lo de Sergio García acabó siendo un bluf de los gordos.

Al bueno de Tiger, el yerno perfecto, se le fue todo de las manos. Líos de faldas, alcohol, drogas, lesiones, operaciones... un descenso a los infiernos en toda regla. Y, sí, un perla, pero desde el principio asumió sus errores y desde hace el principio quiso ponerles solución. Le ha costado, todo hay que decirlo, pero por eso mismo habrá disfrutado más que nunca volver a ganar el Masters de Augusta y enfundarse por quinta vez la codiciada chaqueta verde. Si volverá a ser el número 1, ni él se lo plantea ahora mismo, porque larga ha sido la avería y ahora le toca disfrutar poco a poco de la redención.

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