Análisis

PABLO MARTínez- salanova peralta

A las dos, serán las tres

Parecerá una tontería, pero a mí me gustaba el cambio de hora. Muchos respirarán aliviados, porque aún se liaban con si ese día dormimos una hora más o nos roban una hora de sueño. ¿Qué va a ser ahora de la emoción de levantarte esa mañana con la duda de si el móvil habrá cambiado solo y sin saber qué hora es exactamente? ¿A qué se van a dedicar aquellos cuya misión en la vida era avisar al resto durante días de que el próximo sábado se cambia la hora? Hay gente que lo está celebrando por todo lo alto con el gran argumento de que se deprimen si anochece a las cinco de la tarde. Los más eruditos esgrimen que ya es hora de tener un horario europeo, como si eso fuera a cambiar algo. Porque mientras sigamos teniendo estas costumbres, los horarios laborales y el prime time a las once de la noche, nos va a dar igual que el sol se haya puesto a las seis, a las nueve o las dos, que antes eran las tres.

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