Me ha gustado mucho entrenar contigo y jugar partidos contigo". Es la frase que leo todos los días antes de acostarme y soñar con un mundo mejor. Otras veces sí sueño con los ojos abiertos, como en cada entrenamiento o partido que pasé con Samu. Y le prometo al lector que no es ninguna hipérbole. Él y Hugo, su hermano, fueron los autores de uno de los diferentes dibujos que decoran mi habitación, los mejores regalos que uno puede recibir. No cuestan dinero, pero se trata del tiempo que un ángel te dedica. Con el corazón. Esa cartulina recortada en la que se ven dos muñecos jugando, una portería y varias estrellas simboliza mucho. Muchísimo. El protagonista seguramente no lo sepa. Y no por la inocencia habitual de un niño porque este de inocente tiene poco. Empecé a entrenarlo en unas pistas en mal estado. A él le daba igual. Quería divertirse jugando y ya está. Aparte de gustarle jugar a la pelota también le apasiona el fútbol, dos cosas diferentes. Y es raro que a un niño de seis años le guste el fútbol, interesándose incluso por táctica. Al final de cada entrenamiento Samu cogía la hoja arrugada de los ejercicios que iba a la papelera y la guardaba cual piedra filosofal. Tuve que regalarle una libreta, con las jugadas ABP, entrenamientos, normas y demás historias. Era pura alma de entrenador. De bebé pasó a prebenjamín y tuve el gran honor de seguir entrenándole. Que marcase un gol me ponía feliz, pero más cuando un lunes cualquiera te sugería hacer determinado ejercicio o un movimiento diferente al que tú le habías enseñado. Él te acababa enseñando porque tenía su lógica, impropia de un jugador se siete años. El verano pasado se fue a La Cañada. Que fuese campeón provincial me da igual porque en el fútbol base hay cosas más importantes que esas. Que jugase un amistoso en Valdebebas sí me hizo ilusión. La misma ilusión que siento al recibir una de sus múltiples invitaciones cada vez que enciendo la videoconsola y me cuenta por el auricular, con toda la humildad del mundo y esa voz que me encanta, sus peripecias futbolísticas. Ese fútbol que a veces no entiende de edad y que te sorprende. Te quiero, rubio.

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