En las conversaciones de cualquier aficionado almeriensista siempre aparecen nombres como Umar Sadiq, Samú o Morlanes entre los más destacados de esta campaña. Ahora, pocas veces escuchamos grandes alabanzas para los dos laterales de este Almería. Iván Balliu y Sergio Akieme representan como pocos el sistema y la filosofía que se están llevando a cabo en este curso. Los carriles son una bendición para el juego que plantea José Gomes. Unos defensas con funciones de extremos en el ataque indálico, donde se incorporan con suma facilidad a la batalla por el gol. Ambos disfrutan de toda la banda al completo para ellos, estando ya empadronados en campo rival desde la primera jornada. En esta moderna idea futbolística de «defenderse atacando y atacar defendiéndose», la idea de laterales largos en un contexto con tres mediapuntas es clave en las dos parcelas del terreno de juego. La profundidad que aportan permite que el fútbol de los cinco futbolistas del medio cohabite a las mil maravillas por dentro. La amplitud de los laterales facilita un ataque abarcando metros y metros, jugando prácticamente a las cuatro esquinas. Balliu está mejorando una versión notable que vimos el pasado curso. El equipo se hunde por tramos en esa banda derecha por la presencia del lateral catalán. Su función de capitán y líder de vestuario, en el que su figura ejerce un papel proactivo, es otro de esos intangibles que no se reflejan en la estadística. Por otro lado, Akieme es un proyectil en banda izquierda. Parecen borrados de nuestra mente los problemas que hubo en 2020 con los laterales izquierdos. Una catarsis en forma de misil enfundado con la rojiblanca. La vitalidad y el aporte de estos dos futbolistas se enmarcan en el quehacer de una única función: dominar la banda atrás y adelante. Porque, remontándonos a tiempos de antaño, los dos jugadores se divierten cual niños en un cumpleaños. Balliu, Akieme y su parque de bolas.