En la noche en la que Lazo, Sadiq y Ramazani dinamitaron al Cartagena, Curro Sánchez fue el hombre que deleitó desde el medio. La proyección de Rubi en el terreno de juego. Trabajando desde la base de la jugada -cuando Fernando sacaba de puerta se situaba en el balcón del área- hasta la línea de 3/4 del campo rival. Saliendo de la trinchera y atacando con la bayoneta a los futbolistas cartageneros con una zurda endiablada. En ese puesto en la zona derecha, convivió en el mismo espacio que Ramazani, compartiendo una cualidad, ya que los dos siempre se ofrecen y la piden, hasta cuando más quema el esférico. Las interacciones entre ambos fueron continuas, en las que el onubense buscó incesantemente al belga. De esa relación puede nacer una bonita historia en el conjunto rojiblanco, con dos de los mayores talentos de la plantilla. Samú Costa y Robertone se vieron opacados por el encuentro de Curro, especialmente el primero, al que la posición de pivote le impide deslumbrar con sus galopadas hacia delante, pero que beneficia al equipo a la hora de proteger el centro del campo.
En ese dominio espacio-tiempo de la zona de creación, en la que sobresalió Curro, lo vimos con una movilidad permanente, apareciendo principalmente por derecha, pero también por el carril central y el flanco izquierdo. Allá donde hubiese un balón estaba él. En esa manera de interpretar esa posición de interior en la UDA nos falta el punto diferencial con respecto al curso pasado. La mordiente, con ese punto de verticalidad de Curro, hizo que todo lo bueno que ocurriese atrás, se culminase en los metros finales. Suya fue la presión en el 1-0, filtró varios balones al interior del área y supo adaptarse en el segundo tiempo al sector izquierdo con la entrada de Javi Robles para continuar metiendo pases a Ramazani y Sadiq. Al final, tras disputar sus primeros minutos oficiales con la rojiblanca, nos queda claro algo. Balones a Curro.
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