Según datos de Opta, la liga española es la que menos minutos reales tiene por partido en lo que va de campeonato, con una media de 50 minutos, esto es, el 55% de los 90 estipulados. En Alemania la media ronda el 52%, por el 54% de Italia e Inglaterra y el 56% de Francia. Exponen los 'expertos' (esos que predican respeto por todas las opiniones, pero que luego exhiben una superioridad moral) que debe virar la tendencia actual y que ésta es fruto de la pillería y la trampa española, como si ambos términos se refiriesen a lo mismo. Son unos 'bienqueda', que, por ejemplo, criticaron duramente la actitud del delegado del Cartagena hace un par de semanas, cuando dio erróneamente al cuarto árbitro el dorsal de una sustitución para perder tiempo, guiñando el ojo a su banquillo cuando fue amonestado con amarilla por esa acción. A este periodista le gustaría ver a estos que dan lecciones morales qué harían si en lugar de estar en Twitter estuviesen en un banquillo de un equipo jugándose las habichuelas, ganando por la mínima ante un equipo con mejores armas y el partido estuviese a punto de expirar, si le diesen más o menos ritmo al partido. Al final esto es un juego en el que los dos equipos buscan ganar y el mismo que se queja de las pérdidas de tiempo es el que lo haría cuando va ganando, una herramienta más que te aporta el juego. Argumentan desde otros deportes que los suyos son más 'limpios' (¿qué es ser 'limpio'?) porque no se juega a tiempo corrido, pero temporizar y parar el ritmo se pueden hacer también con tiempos muertos y otras herramientas. Expuesto esto, lo más lógico es lo que hizo Martínez Munuera anteayer en Barcelona: descontar acorde a lo que no se ha jugado, encontrando así un buen equilibrio en el asunto de este artículo de opinión. Eso sí, se antoja necesaria una uniformidad de criterios y que al colegiado no le tiemble la mano a la hora de indicar diez o quince minutos.

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