La lectura tiene el poder de conocer a escritores o incluso personajes de ficción sin haber cruzado una palabra con él. Eso me pasó a mí, lector de cada uno de sus artículos desde el primer día, el inicial de este periódico. Fran siempre estuvo aquí y ahora su marcha es irremplazable. El lector sabe si una columna ha sido escrita por Txabi, Rubén o Fran sin ver el nombre por el estilo propio. La mitad de los artículos de opinión del último eran sobre el Athletic. Cuando con 16 años fui a visitarles para preguntar sobre Periodismo, solté un inocente "este es el del Bilbao". Él afirmó con la cabeza, rio tímidamente y continuó escribiendo sobre el Pavía o el Oriente en esos maravillosos años del fútbol base y del Periodismo. En ese momento comenzó una relación con Fran, que fue más allá de lo profesional, mostrándome su gran humanidad y su corazón de león, el mismo que no ha cambiado una década después. Me alegro una barbaridad por la aventura que se le plantea por delante, pero me da una pena terrible no poner su dirección en el destinatario de este correo tras hacerlo 522 semanas. Me da una pena terrible que se aleje de ese fútbol base en la que ha sido una pieza fundamental, siempre con una humildad en el sentido más estricto de la palabra. Se va el Fran que se dejaba medio sueldo en invitar a este periodista a comer al Burguer King antes de echarse una cabezada, poner la película de Antena 3 de fondo y pasar horas y horas llamando a delegados de fútbol. Se marcha el Fran que contactaba con Digital Plus para ver si era posible que echasen el Águilas de Zujaria-Pavía, el Fran de risas y confidencias, el Fran de despejar la mente a las doce de la noche con la bicicleta por las calles de Almería. Ya sí, que, de verdad, se marcha un profesional como la copa de un pino y uno de mis mejores amigos. Gracias por todo, la mayor de las suertes y perdona por no escribir estas líneas bajo algún árbol caducifolio con una copa de coñac.

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