Análisis

ramón gómez vivancos-garcía

Ser monaguillo antes que fraile

Pensaba que ya había visto casi todo en un campo de fútbol, pero no, quedaba al menos un capítulo más de ignominia arbitral a la hora de interpretar una acción. Parafraseando al maestro García, la grandeza de la ley reside en su flexibilidad, pero ni se aplicó por parte del trencilla dicha flexibilidad apoyada en un lance fortuito, ni dedujo con sentido un juego que todo colegiado debería de estar obligado a haber practicado antes de dictar sentencia. Es como si alguien es elegido para formar parte de un jurado de recetas de cocina, sin haber frito un huevo en su vida. Makaridze, que hizo paradas de mérito, resbaló sin intención alguna de aprovecharse de la situación ventajosa a la que se refiere, y por lo que está, la regla. Por lo tanto, señalar esa falta denota por parte del colegiado una falta total de conocimiento del juego que arbitra, un exceso de protagonismo y una inseguridad en lo que hace, por jugar con el pan de las familias de muchos profesionales. Luego, una vez ejecutada la supuesta infracción, también tuvo delito futbolístico la forma de defenderla que tuvieron los jugadores de Gomes, al quedarse todos pegados sobre la línea de gol en el momento de ejecutar la falta indirecta, como si todos ellos fueran muñecos de entrenamiento. En el momento del pase hacia el que a la postre fue el autor del gol, deberían de haber dado los rojiblancos un paso adelante como posesos, al igual que hace un guardameta cuando tapa huecos con su salida. O sea, un desastre de jugada desde su interpretación hasta su defensa. Posiblemente, sin ese absurdo contratiempo, se hubiera vencido, por lo que bien merecía la jugadita medio escrito. Y sí, quizá se hubiese ganado pese a disputar un encuentro más que discreto, donde más que espesa, la UDA estuvo muy lenta. En otros partidos hemos observado intentos de presión como el del Sabadell, pero en esta ocasión no estuvieron ni rápidos, ni hábiles, ni certeros los de Gomes. Aun con todo, no se me va de la mente una jugada capital que habría roto el partido por completo. Una vez más, Lazo destapó su tarro de hedor futbolístico al errar de forma inverosímil el segundo tanto, segundos antes del primer empate del rival. Cierto es que más tarde dio una buena asistencia que aprovechó Sadiq, pero hay momentos clave que definen un partido, máxime cuando el guardameta rival ejerció de madre durante todo el partido y el choque estaba tan trabado. Lo que también dejó claro el transcurrir de los minutos fue el escalón por encima en el que se encuentra Akieme de Centelles. El lateral valenciano ni defendió con seguridad ni se incorporó al ataque con firmeza, amén de su pasividad en la ignominiosa falta del segundo tanto visitante. Ivanildo salvó el aprobado, fue de menos a más, aunque me gustaría valorar el rendimiento del central con más jornadas de por medio. Al final Sadiq no provocó su quinta amarilla y a buen seguro que se perderá algún enfrentamiento importante, pues quizá ante el Castellón podría haber cumplido ese ciclo. Visto lo visto, mejor que arribe por estos lares un nueve de garantías que aporte y ayude, ya que el Villar que vimos en la retransmisión televisiva en tiempo de descanso con la camiseta de otros equipos, no está en Almería.

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