Lo del otro día en el Estadio de La Cerámica, no tiene nombre. Me parece estupendo que Fran comparezca en la sala de prensa pidiendo perdón a la afición por la vergonzosa y sonrrojante imagen que dejó el equipo frente al Villarreal. Ocho a cero, en los tiempos que corren. ¿Tanta diferencia hay a día de hoy entre un equipo de Primera y otro de Segunda? Yo creo que no. Y que no me vengan ahora con el cuento de que la copa no interesaba. Puede que sea así, pero uno se puede ir con la cabeza alta y dejando la sensación de que por lo menos ha competido. Cuando supimos que era el Villarreal el equipo que nos tocó en suerte todos coincidimos en que era una eliminatoria para disfrutar, como así ocurrió en el Estadio Mediterráneo, pero no para sentirse ridiculizados por un adversario que lo único que hizo fue aprovecharse de la endeblez, falta de actitud y raza que ofreció el equipo rojiblanco en Villarreal. ¿Culpables? Todos son culpables. La noche del miércoles los aficionados del equipo rojiblanco se sintieron humillados y sintieron vergüenza de un equipo que ni estuvo ni se le esperaba. Fueron ocho los goles que encajó... y no es la primera vez que le pasa al Almería en esta era contemporánea. Habría que remontarse al 20 de noviembre de 2010. Cuando el FC Barcelona visitó el Estadio de los Juegos y por aquellos entonces, también nos colocó un 0-8 en el marcador -por cierto, con Miguel Ángel Corona sobre el terreno de juego y él es el primero que sabe lo que se siente tanto dentro como fuera del terreno de juego cuando te la hacen así de gorda-. Uno se puede ir con la cabeza muy alta de esta competición, peleando, luchando, dando la cara, partiéndosela por la camiseta y el escudo que lleva, pero no de la manera que se fue el Almería en Villarreal, donde la cosa parecía que no iba con ellos y en los tiempos que corren, pienso que no hay tanta diferencia entre un equipo de Primera y otro de Segunda para que te hagan un 8-0. Ahora dirán que hay que centrarse en la Liga, y no le falta razón a ese mensaje, pero mucho tardaremos en olvidar el ridículo que hizo el equipo.

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