Es difícil escribir estas líneas después del mazazo del sábado. El jarro de agua fría nos salpicó a todos. Pero nadie dijo que en el camino no hubiese obstáculos. El destino nos había brindado una oportunidad histórica la cual no se ha aprovechado. Pero no duden que este equipo ha sabido superar peores situaciones este curso. El mes negro de enero se volteó con un febrero impecable en un momento en el que otros vestuarios se habrían hundido. Las lesiones de larga duración y las bajas en defensa se han solucionado con incorporaciones de nivel. Los momentos de máxima tensión en este tramo final se han resuelto con grandes resultados. El aprendizaje de lo ocurrido debe servir para mejorar. Dejar atrás los nervios, aparcar la euforia y focalizar el objetivo. El aspecto psicológico será la llave para superar el encuentro contra el Alcorcón y afrontar la cita ante los pepineros con el mayor optimismo. Porque no hay motivos para no creer en esta plantilla. Los hay y muchos para confiar en el partido de Butarque. Leganés será otro capítulo más en la historia del Almería. Solo el desenlace determinará si es el soñado final de un curso apasionante o uno de los golpes más devastadores del corto trayecto de la entidad. Con el primer paso de la afición, la primera opción está más cerca. La ilusión de los seguidores indálicos días después de la hecatombe sólo son la muestra visible de la confianza en el conjunto rojiblanco. Miles de personas viajarán para apoyar al equipo, para darle ese último empujón. Es la enésima demostración de madurez de esta hinchada. A las puertas de la historia, esta vez hay que derribarla con toda la fuerza. La UDA sigue dependiendo de sí misma para lograrlo. No hay que mirar otros campos. No hay que estar pendiente de resultados. No hay nada más allá de Butarque. Solo queda una última bala, nuestra bala. Esa que firmábamos en agosto. La que nos puede devolver a Primera División.

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