Análisis

Francisco bautista toledo

La Chanca como símbolo

El Movimiento Indaliano significó un revulsivo cultural para Almería, sacándola del olvido geográfico para situarla en el mapa del arte nacional. Reivindicó las esencias propias de la cultura almeriense, el paisaje singular que la rodea, expresándola sin complejos, atrevimiento compositivo, desde la tradición pictórica hacia la creatividad libre del artista, que interpretaba la realidad sumido en la intensidad cromática del universo fantástico que lo rodeaba. Veían más allá que la persona común, pues interpretaban el colorido con pasión y arrebato, consiguiendo romper el equilibrio del plano figurativo, para adentrar al espectador en el espacio mágico que encierra el ambiente. En éste circulan los retazos que las diferentes culturas anteriores han dejado, siempre sometidas al paisaje, luz, viento, mar, triunfo vital del esfuerzo humano.

Jesús de Perceval sintió este influjo, lo comprendió y definió sus formas, teorizando sobre su expresión plástica. La luz, el ocre de la tierra, su desolada faz, la limpieza visual de los campos, fue el punto de unión de todos aquellos que se unieron al grupo, desarrollando cada uno sus estilo particular, desde las líneas refinadas, redondeadas, y de pose tranquilo, hasta aquellas que supeditaban la imagen a la claridad imperante, trazando con rotundidad las líneas que conformaban la escena de este universo paisajístico, que extraído de su entorno se convierte en lugar mágico.

En estos días, en la Museo de Arte Doña Pakyta, se esta exponiendo una muestra sobre el barrio almeriense de La Chanca, y la influencia que ejerció en el grupo indaliano. La Chanca como espacio de inspiración de todos sus componentes, arquitectura moldeada por las formas sencillas de una geometría básica, pureza clásica de la razón, geometría cortante sometida al encalado de sus paredes, destello cegador en las horas triunfantes del mediodía, lugar de sencilla pervivencia, exaltado por estos artistas, en sus cuadros o fotografías, como símbolo de unión entre las personas y el entorno natural, denuncia también de las necesidades de esa sociedad, reflejo, además, del auténtico espíritu de la tradición popular.

Entre aquellos integrantes de esta expresión estética, quiero detener la atención en la obra de Miguel Martínez Gómez, 1920-2013, pintor de estilo recio, trazos marcados, sujetos a una geometría estricta, que se desvanecen en un entorno de contornos sinuosos inundados de color. La luz en su obra es poderosa, la cual se va modulando en su desarrollo en el cuadro. Interesante trabajo el de este excelente pintor.

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