Amenos de una semana del inicio de la Copa América que se va a disputar en Brasil, las cosas no parecen estar del todo claras. Lo de disputarla habría que ponerlo en cuarentena toda vez que la realidad se impone a las delirantes decisiones del presidente Jair Bolsonaro. Bolsonaro es el Donald Trump del subdesarrollo, un negacionista de la situación a pesar que en cifras oficiales, en Brasil el número de muertos ronda el medio millón. Recordemos que inicialmente Colombia y Argentina organizarían esta competición devaluada y que ya tuvo que suspenderse el pasado año a causa de la Covid-19. Colombia en pleno estallido social, renunció a la sede. Argentina, con los hospitales desbordados por la pandemia, también ha dicho no a la competición continental. Pero los oscuros dirigentes de la Conmebol insisten en su realización y por allí iba pasando Brasil que dijo quedársela. Nadie entiende la determinación en un país, -Brasil-, donde el número de muertos diarios es de unas dos mil personas. El país de Neymar es donde más decesos se han registrado después de Estados Unidos, y en el que a día de la fecha se cuentan unos 17 millones de contagiados, solo por detrás de EEUU y la India. Hasta ha sido un quebradero de cabeza conseguir estadios, por la negativa sanitaria de varios gobernadores. Pero ni eso, nada más y nada menos que la realidad, han provocado hasta el momento un cambio de postura. Ahora son los jugadores los que levantan la voz, algo que no ocurre desde el sindicato que encabezaba Maradona. Primero varios jugadores de la canarinha, comandados por Casemiro, luego todo el plantel a los que al parecer se han sumado los uruguayos, después de las dudas que públicamente había expresado Luis Suárez. Por eso hoy, a esta hora, no se ve tan claro que vaya a jugarse la Copa América en Brasil. Tampoco queda mucho tiempo para nuevas improvisaciones y el sentido común indica que lo recomendable sería suspenderla.

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