La selección española de fútbol está atravesando un proceso de recomposición, necesario e inevitable, porque al fin y al cabo, los años no pasan en vano para nadie. Pero, con el permiso de Ramos, Busquets y Navas, mucho tendrá que aportar la sangre nueva si pretende ilusionar a una afición que ha visto como ya no se divierte, no se entretiene y ni siquiera disfruta de un triunfo. Digo esto porque Luis Enrique dijo que lo que veía le divertía. Claro, también dijo luego de la derrota contra Ucrania el pasado 13 de octubre, que "culpar a De Gea, ya es vicio" en defensa del portero del Manchester United. Pero un partido más tarde, le reemplazó por Unai Simón, quedando su impresión en entredicho. Tampoco parece haberse enterado que el sábado contra Suiza, jugó 15 minutos con un hombre más debido a la expulsión del marcador suizo por provocar la falta sobre Morata que terminó en penalti, a tenor de la pregunta de un periodista que le dejó en evidencia. No sé si eso es para preocuparse y si la distracción es puntual. De todos modos, la falta de un súper clase, inexistente en el panorama nacional, no es culpa del asturiano que juega con lo que hay. Tampoco le vamos a achacar los dos fallos consecutivos de Sergio Ramos desde los 12 metros. El primer penalti fue mérito del portero Sommer; el segundo, un error del central del Real Madrid que le regaló el balón al arquero local al ejecutar una especie de Panenka casi a ras del suelo, cuando todos esperábamos que le rompiera la red. Ramos no fallaba un penalti desde el año 2018 y había convertido 25 consecutivos. El sábado erró dos seguidos. Me hizo acordar a Palermo con la selección argentina, quien falló tres contra Colombia. Si el árbitro pitaba un penal más, lo iba a tirar Ramos. El de Camas hubiera batido otro récord, como el de superar a Buffon con más partidos con la selección. También salvó un gol sobre la línea. Todo hay que decirlo. Pero que decepción.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios