Análisis

jorge colipe

Dios no ha muerto

Maradona trasciende a la persona, ese ser despreciable con el que él mismo luchó

La noticia de la muerte de Diego me pilló en el coche, conduciendo. Al lado mío mi hija Candelaria. Juntos nos enterábamos por la radio de lo que a esa hora en España era un trascendido. El impacto en mí fue parecido al provocado por aquella llamada desde Argentina que me comunicaba la muerte de mi viejo. Por alguna razón que desconozco, al extenderse la noticia de la muerte del 10, mi teléfono se empezó a llenar de mensajes de gente dándome el pésame, como si Maradona fuera un familiar cercano, un amigo. Podría serlo, porque como dice mi primo Gustavo Silnik, el tipo nos movió cosas que no sabíamos que llevábamos dentro. Tiene razón. Diego nos regaló las únicas alegrías a generaciones de argentinos que nunca tuvimos ninguna otra razón para el festejo colectivo. Por eso millones nos sentimos agradecidos hasta el extremo, al punto de la sobreactuación como una llorona de Corea del Norte ante la muerte del líder, elevándole a los cielos porque Diego fue el único capaz de multiplicar los panes y los peces y obrar algún milagro. El fenómeno Maradona trasciende a la persona, ese ser despreciable con el que él mismo luchó toda su vida. Morocho y respondón, no encajaba en el manual preestablecido por el establishment. No quiso ser el Negro de la Cabaña del Tío Tom, fue el perro que se animó a morderle la mano al amo y sin quererlo, se convirtió en referente de los desclasados, de los humildes y de los marginados. Con seguridad no quiso ser ejemplo de nadie, algo que repetía de manera continua. Hoy en las protestas su cara se eleva junto a la del Ché, otro argentino sinónimo de rebeldía. En los altares improvisados el graserío llora a su Dios pagano que cobra entidad y reconocimiento en los miles de homenajes que se han hecho alrededor del planeta. Este Dios, para nosotros los agnósticos, existe, y a pesar de lo que diga Nietzsche, estamos convencidos de que no ha muerto. Solo gambetea en otra dimensión.

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