Seguro que en los cálculos del equipo de Pablo Casado no entraba que la semana en que se iniciara la Convención Nacional del PP coincidiría con la fecha en la que Juanma Moreno se inauguraba como presidente del Gobierno andaluz.

A la convención llegarán un nuevo presidente regional; otro presidente veterano, Núñez Feijóo, al que miran con esperanza millones de votantes del PP al que no les acaba de convencer el giro copernicano de Pablo y Teo, y llegarán también los dos únicos miembros del PP que han gobernado España, José María Aznar y Mariano Rajoy. Los dos EX, con mayúsculas, del PP.

Nada que ver uno con otro. De hecho, tan es un secreto a voces que sus relaciones son manifiestamente mejorables, que ni siquiera van a coincidir en la convención popular.

Aznar entrará pisando fuerte. Casado le ha agasajado con grandes gestos que demostraban que siempre le había considerado su jefe natural: primera cita en Génova en años, promoción espectacular de personas de la cuerda aznarista, o apariciones conjuntas con despliegue de sonrisas. Con Rajoy la situación ha sido muy distinta: apenas momentos de coincidencia y desaparición de sus principales colaboradores, que el nuevo PP vende como necesidad de renovación cuando lo que se ha visto es un descabezamiento selectivo.

En cualquier caso, Rajoy al menos va a cumplir con aquello a lo que obliga la militancia de un partido: acudir a los congresos y convenciones para expresar el respaldo a sus siglas, mientras su antecesor dejó de acudir a las conferencias y convenciones del PP en los últimos años de Rajoy con excusas… de esas que tienen detrás razones que todo el mundo adivina.

Casado quiere que la convención sea punto de partida del nuevo PP. No se puede quejar: habrá presencias importantes que se tragarán sus sentimientos para demostrar que la lealtad está por encima del los agravios recibidos. Porque los ha habido.

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