Aestas alturas, la tentación de utilizar los resultados de las elecciones del 28A para calcular los del 26M, afloja. Ni siquiera el precedente de anteriores municipales sería buen indicador. Aquellas fueron votaciones anteriores a las generales, y la venganza de los electores podía animar a votar pensando en el Gobierno de la nación. En estas la intriga se mantiene y, más que en anteriores ocasiones, importa la persona a la que se vota. El PP se apuntó a esta tesis y su campaña, reconozcámoslo, ha estado bien diseñada. Los ciudadanos volvemos la vista a la política intermitentemente (muchas veces para enfadarnos). En unas elecciones locales votas a quien te asuste menos, o confíes más, si queremos decirlo así. Y, mira, los publicistas del PP han estado bien, su lema confianza, el logo del partido un poco oculto y si el candidato era poco conocido y parecía distante, con su nombre escrito como una firma. Me tomé un café en Puerta Purchena y se veía movimiento en su sede, voluntarios con globos por aquí y por allá. El PSOE y Ciudadanos no parecían tener claro el tema. Los socialistas en precampaña se inclinaban por el nombre de la candidata, con aquello de A de Almería, en campaña el del partido a ver si continúa el efecto Sánchez y luego las dos cosas. Cs parece ocultar a su candidato principal que todos conocemos por el apellido. Vamos, vota, dicen imperativamente y sin foto sus carteles naranjas. El domingo sabremos a quien le fue mejor la estrategia.

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