Análisis

jorge colipe

Enamorados del fútbol

Hay amores incomprensibles, como por los colores de un equipo de fútbol

Este 14 de febrero es el primer San Valentín sin público en las gradas de los campos de fútbol. En pocos días cumplimos el primer año del confinamiento al que nos ha sometido la pandemia, por lo tanto, justo hace un año, los estadios estaban llenos de gente, que le expresaban su amor eterno e incondicional al equipo de sus vidas, por el que están dispuestos a cualquier cosa. Hay amores de madre como el que se tatuaban los viejos marineros en los brazos. Hay amores filiales de los que no se pueden objetar porque vienen dados por la sangre. Hay amores de parejas de esos de películas de domingos por la tarde, donde todo es color de rosa y los finales son siempre felices. Hay amores como el de Iker Casillas, que le roba un beso a su ahora esposa Sara Carbonera en el momento inmediatamente posterior a su prodigiosa parada a Robben de las que valen una copa del mundo. Y hay amores incomprensibles, como el que millones de personas tenemos por los colores de un equipo de fútbol. Casi es el verdadero amor; el loco, el inexplicable, el que se hace el ciego y el sordo, por el que pierdes la cabeza, el que llueva, truene, relampagueé o vengan degollando, hace que estés ahí en la tribuna mirando como juega tu equipo del alma, porque estás convencido que nunca hay que dejarlo solo, que necesita de ti. Es esa rara conexión que tiene el fútbol con el aficionado. Es el peligroso estado del amor; el amor apasionado. Cuando ese amor es malinterpretado, suele meterse en problemas, porque es incapaz de razonar, de entender amores distintos, de aceptar que exista otra gente que ama de la misma forma a otros colores. Es el amor del fanático dispuesto a todo. Es el amor totalitario y a veces vandálico. Es un amor dañino y autodestructivo. Es el que se profesa en todos los clubes del mundo, un amor del que a veces hay que cuidarse. Pero ese amor enfermo, es también amor. Viva San Valentín y todos los amores del universo.

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