No me gustaría estar en la piel de la dirección deportiva de la UD Almería. Por concretar, ni en la de Corona ni en la de Ibán Andrés. El verano pasado se asume que pagaron la novatada y la salvación lo perdona todo. El talaverano estaba recién llegado a las tareas de confección de un plantel profesional y el almeriense, entre que se desvinculó del Rubin Kazan y se puso manos a la obra pocas labores de scouting, más bien poco pudo hacer para traer buenas adquisiciones.

Este verano va a ser la verdadera prueba de fuego de la dupla en lo que a los despachos se refiere. Y lo será en dos sentidos. En primer lugar porque nunca el club atravesó por una situación de incertidumbre semejante a la actual. El pregonado proceso de venta, si a alguien ha perjudicado, sin duda es a los encargados de fichar, que se encuentran con muchas negativas de jugadores que prácticamente estaban cerrados e incluso miembros del actual plantel que piden irse.

Esa volatilidad en la que el propio Alfonso García indujo a la entidad con sus palabras tras la permanencia en Lugo y que se cerró en falso con el comunicado que rompía negociaciones abiertas es un lastre para desarrollar la labor de construir un vestuario de forma eficaz. A ese matiz no menor hay que unir que el club contará este año con uno de los presupuestos más bajos desde su retorno a la LFP. Traducido, eso implica ofrecer las fichas menos competitivas de la categoría y, por ende, que en el listado de cinco preferencias para cada puesto, normalmente acepte la cuarta o quinta alternativa. Los mensajes de fichar "hambre" van por ese cauce. Ahí es donde Corona e Ibán deberán hacer encaje de bolillos y demostrar pericia para emular a clubes que, con poco (tipo Lugo o el propio Huesca),han hecho mucho. La afición asume que el equipo 18-19 será un melón por abrir que puede salir podrido (estilo Lorca) o dar la sorpresa (al modo del Numancia). Paciencia.