Busca Pepa Satué la armonía serena en sus producciones plásticas. Esta artista propone una obra abstracta, ordenada, de contemplación sosegada, sometida a un ritmo visual equilibrado, sin sobresaltos, según las medidas de ángulos y rectas y, cuando las líneas se curvan, en círculos y elipses de proporciones calculadas. El resultados extraído en sus piezas trasladan la comprensión a un espacio tranquilo, donde la razón es la única protagonista, ajena al caos, y desorden, de la exuberancia salvaje. La desproporción produce horror, y la ausencia del orden miedo, ante un escenario sin respuestas sometidas a una lógica esperada.

Pepa Satué sueña con un mundo utópico, donde la racionalidad es la regla imperante, siendo los acontecimientos pautados los únicos existentes. Todo se repite, la sorpresa inicial se esfuma ante la rutina persistente, de las fórmulas plasmadas en los cuadros, producto de una depurada planificación.

Este ejercicio pictórico nos induce a pensar en técnicas de relajación, que trasladan los pensamientos a un ciclo sin salida, para desembocar en un estado meditativo, ayudando a evadirse de la realidad a quien se introduce en el sentido de la obra.

La pintora presenta piezas de fría belleza, libres del azar, liberadas de la física del desorden entrópico, reflejo de un mundo ideal.

Frente a sus obras se produce el efecto inicial de atracción contemplativa, fundiendo la mirada en los destellos de los sonidos del Universo. Hay mentes inquietas que buscan algo más, no se conforman con el orden propuesto, indagando en los rincones oscuros de la composición, intentando buscar un camino que atraviese tanta paz percibida, para encontrar la vibración discordante, desarmónica, eco de la ruina que el tiempo impone. La mirada se enfrenta con ese profundo dilema, permanecer en el paraíso ofrecido, o descubrir donde está el punto de fuga, desvelando el lado débil que predice el hundimiento de la estructura.

Puede que la autora no haya reflexionado sobre esta propiedad adherida a su obra, pero la fuerza del subconsciente se escapa de la lógica racional, imprimiendo su pulso y flujo desbordante hacia el exceso, frenado por la contención. Emerge el mito de la confrontación entre Eros y Pathos, es decir entre amor y sufrimiento, vida y muerte, creación y destrucción. Es un proceso cíclico el que esconde la aparente paz matemática, expresada en la pieza, pues el observador que escudriña la obra se sumerge en ella, pudiendo enfrentarse con sus miedos y deseos de escape.

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