Escribir llorando

Mañana nos despertará otra vez la incertidumbre, lo que más nos asustaUn policía irá detrás de cada niño, con un cronómetro en una mano y las multas en la otra

Alágrima viva. Siento una pena tan grande como la mar que llevo dentro. Acabo de leer que son miles los hogares que están desinfectando. Miles de hogares donde los mayores han muerto sin que nadie se haya dado cuenta. Los funcionarios que hacen este trabajo, demoledor emocionalmente, cuentan historias que rompen el corazón: "Los dos, la pareja de ancianos, abrazados sobre su cama. Habían fallecido hacía días, quizás, semanas. Sus hijos no sabían que ya eran huérfanos. Ninguno les llamó para preguntar cómo estaban. Ninguno quiso saber nada de ellos".

No es fácil escribir llorando.

Nuestras hijas y dos de nuestros nietos se han asomado ésta tarde a nuestro pequeño jardín. Y he visto cómo a mi mujer le cambiaba el paisaje de sus ojos y ella habrá visto, seguro, que a mí se me olvidaban todos mis miedos conversando, a la distancia debida, con Héctor y María.

Héctor ha crecido en este insoportable confinamiento. Ahora parece que no va a ser bajito, ha acortado la diferencia de estatura con Alfonso, su hermano mayor. Me escucha siempre con atención, y creo que se da cuenta de que no olvidará los momentos en los que su abuelo Andrés "le daba la brasa" con charlas que no acababan nunca y con preguntas cuyas respuestas tenía que pensar y encontrar costara lo que costara.

María, 15 años estallantes de energía y alegría, ha estado haciendo piruetas e imitando las coreografías de Rosalía. Dos transeúntes que paseaban a sus perros han sonreído al verla.

Luego, al irse los cuatro, Rosa y Alejandra nos han dado abrazos entrañables e imposibles con sus sonrisas. Y ha venido poco a poco la noche.

Mañana nos despertará otra vez la incertidumbre, lo que más nos asusta en esta hora de nuestro desconcierto. Aparecerá el Vicepresidente predicando su doctrina a los niños y niñas de "este País", disculpándose a medias por el permiso que la Ministra Portavoz les dio días atrás, para ir al supermercado, al banco o la farmacia acompaños de su padre o su madre. Matizará, tendrá que hacerlo, que entre las 9 y las 22, podrán salir una hora a pasear por el barrio, evitando los toboganes de los parques. Y explicará, que un policía municipal irá detrás de cada uno de ellos, a una distancia prudencial, con el cronómetro en una mano y el talonario de multas en la otra.

Y mañana mismo, sin ir más lejos, se nos irá acabando el llanto por los ancianos que han muerto a solas y abrazados, sin que sus hijos lo supieran, sin que sus hijos quisieran saberlo.

Todo esto y mucho más nos pasa, mientras el mundo gira, desolado.

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