Después de lo acontecido días atrás con nuestras selecciones de fútbol, no me cabe la menor duda de que al menos hay dos Españas futbolísticas. Una jugó y perdió en Zaragoza. Es la selección nacional de fútbol masculino que sigue sin encontrar eficacia en las pocas situaciones que logra generar ante equipos de menor entidad, caso de Suiza. Esa España, podrían ser dos equipos; uno que aburre y otro que juega sin defensas ni delanteros. Con todo a favor y con la necesidad de ganar, no es capaz ni siquiera de mantener un resultado por más de diez minutos. Una España ineficaz y otra ineficiente. Una que quiere y otra que no puede. Todo eso es una España sola. La selección que dirige Luis Enrique. La que hay y lo que hay, a dos meses escasos para que comience el Mundial. Pero si hay una España masculina, también hay otra femenina. La selección de las chicas también pueden ser al menos dos Españas. Una la de las mujeres que han luchado por conseguir un lugar, ser reconocidas y respetadas. Que han podido profesionalizarse y vivir de ello.

La otra España de la selección femenina de fútbol, es la que a pesar de los logros, amenaza con no vestir la elástica roja sino cambian al entrenador. Pero se quejan y piden la cabeza de Vilda, sin dar a conocer las razones y entonces parece una España infantil, caprichosa, que además, se excede en sus competencias. Esa España de la huelga, que no expone sus razones, comienza a empañar y poner piedras en el camino recorrido. Una que quiere construir un proyecto profesional y otra que se empeña porque ese mismo proyecto no salga adelante. Es probable que existan más que motivos, pero si alguien está asesorando a esa España autodestructiva, debiera decirle que ese camino, el de tensar la cuerda, sólo te lleva a romper lo que tienes. Una España de mujeres que durante décadas han construido esta realidad que es hoy el fútbol femenino, se encuentra con la otra España, la Españita de los nuevos tiempos, la que se lo encontró todo hecho, la que amaga con inmolarse.

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