Restan 8 jornadas, con sus 24 puntos y 720 minutos por disputarse, y las quinielas sobre el destino del Almería se suceden. Como si del tiempo se tratara, la gente quiere saber y se multiplican los pronósticos. No faltan los que han sacado la calculadora y echan cuentas, o incluso la bola de cristal. Hay preocupación por saber cuál será el destino de la UDA: si logrará zafarse de las llamas del infierno por tercera campaña consecutiva o penará sus males en el pozo de 2ª B. Se recurre a mucho tópicos para definir lo que resta y lo que se necesita para quitarse la soga del cuello que tanto aprieta. "Es la hora de la verdad" es uno de los soniquetes más al uso. Este periodista discrepa y sostiene que en esta recta final nada es casual y todo es causal. Ya lo dijo y sin rubor alguno un expresidente rojiblanco: "Hay que ser inteligente", llegado el momento. Invocó a este eufemismo para evitar pronunciar las cuestionadas y cuestionables primas a terceros o silenciar "maniobras orquestales en la oscuridad", aún peores. Es la hora del césped y del palco, y de la capacidad económica y la habilidad para gestionarla sin ser advertido. En suma, del otro fútbol, feo y fangoso, del que nadie quiere hablar, pero del que hay que estar prevenido. Y el calendario, juguetón como pocos, empareja a Lugo, ya salvado, y Almería, necesitado, en el Anxo Carro, en la última jornada liguera, y es más que probable que los rojiblancos se jueguen la permanencia entonces. El partido le plantearía una disyuntiva peliaguda a Francisco Rodríguez. El técnico de los lucenses y uno de los nombres propios en el fútbol almeriense puede asistir al descenso o a la salvación, entierro o boda, de su equipo del alma. Las cábalas sobre la posible actitud del zapillero, beligerante o conciliadora, también están abiertas. ¡Apuesten!

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