Mientras los obispos estamos en Madrid, en la Plenaria de la Conferencia Episcopal, los periódicos de Almería nos dan un golpe en el corazón con una tragedia. Cuando una madre y sus dos hijos fallecen de una manera inesperada y trágica no es solo el momento de las condolencias, ante todo es el momento de las preguntas: ¿qué hemos podido hacer y no hemos hecho para que esta familia haya llegado a estos límites?

Ante los dramas siempre en un primer momento llega el vacío, después es la hora de reconstruir la esperanza. Todos somos responsables unos de otros. Todos debemos de crear lazos que nos cobijen y ayuden ante las dificultades. Todos somos comunidad y de alguna manera dependemos unos de otros. No es el momento de tirar balones fuera, es la hora de echar una mano. Estos hechos traumáticos son avisos que deben tocar lo más íntimo del corazón de cada persona. El individualismo nos lleva a la destrucción.

Con compasión y ternura rezo por ellos y su familia y me uno a su comunidad de origen y a su comunidad de fe. Con un solo corazón:

† Antonio, obispo.

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