Hay equipos que se falsean para triunfar. Creen que son mejores que el mejor. Se visten de Superman y piensan que son capaces de superar al más grande. Incurren en un error porque su nivel no es equiparable al rival de turno. Pero el suyo es un error eficaz que les hace ser mejores y acostumbra a rendir dividendos. El mejor jugador es aquel que nunca hace lo que no sabe hacer, convierte en muy eficaces sus virtudes y esconde sus defectos. Los problemas llegan cuando se invierten los términos. Asoman cuando se creen más de lo que son. Las cinco victorias y un empate en las seis primeras jornadas trastornaron a la UDA. Es muy difícil ser humilde cuando alguien es tan grande. Lo cantaba Loquillo, buen ejemplo de soberbia, en el tema Veterano. El equipo perdió el sentido de la realidad. La Segunda no es esa ni es así. Nadie se pasea y humilla. La victoria del Fuenlabrada, un recién llegado, sobre el Cádiz, el líder cuasi invencible, es el último ejemplo. El equipo iba sobrado entonces, se lo creyó y puso a enfriar el cava. Cayó en el triunfalismo y las botellas se le calentaron. El suyo no fue un error eficaz. Muy al contrario, se engañó. Antes, firmó goles al principio y al final de los partidos. Ahora, también. No sé si el equipo ha cambiado y es otro. Incluso, si se ha aplicado esa cura de humildad y está curado. Es aventurado sacar conclusiones de los cuatro partidos con el nuevo técnico. La falta de humildad es como un volcán apagado: su peligro siempre está latente. Guti atesoró muchas experiencias de ese tipo como jugador. El equipo y su contexto son otros. Es cierto, pero esto es fútbol profesional y la exigencia es máxima. Hay que competir y rendir. "Si luchan por separado, serán vencidos juntos". Lo dijo Tácito. Siempre es bueno recordar a los clásicos y, hacerles caso, aún más.

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