El día del partido contra el Burgos Panta y yo vimos el encuentro juntos, en otro de esos fines de semana en los que el equipo nos está acostumbrando a la victoria como hábito. Tras finalizar el choque, empezamos a ver vuelos a Ibiza en un tono casi de sorna. La sorpresa llegó al ver el precio, el cual al día siguiente volvió a bajar. Todo se cocinó rápidamente en unos minutos, en los que avión y entrada estaban adquiridos. El mismo domingo ida y vuelta a la ciudad balear. Repentinamente, decidimos un viaje exprés de unas horas a las Islas Baleares con el único y claro objetivo de ver a la UDA. Una jornada dominical impresionante, conociendo a aficionados rojiblancos y almerienses que residían en la isla desde hace más de una docena de años. El partido, que fue de todo menos sencillo, nos devolvió en parte a la realidad de una categoría dura, de difícil digestión. Con el sufrimiento de unos últimos minutos en los que pensábamos en directo que iba a llegar el empate, los tres puntos se fueron directos a la mochila de vuelta a casa. Alejandro Asensio comentó en UTELO la experiencia de dos jóvenes aficionados que se habían aventurado a ir a tierras ibicencas. Era impensable que este tipo de vivencias las hubiésemos vivido en una época pasada cuando los resultados no acompañaban y la masa social rojiblanca no era, ni de lejos, lo que es hoy en día. Que esta anécdota personal sirva para reivindicar el crecimiento de una afición aupada evidentemente por los éxitos deportivos, pero que va calando en los más pequeños de cada hogar almeriense. Hace unos años casi nadie era del Almería en unas clases en la que los colores blancos y blaugranas predominaban. Parece que esa tendencia va cambiando y el rojiblanco va, poco a poco, poblando las aulas de los centros educativos de la provincia. Por más seguidores unionistas. Por más afición en las gradas de los Juegos Mediterráneos. Por más días como el de Ibiza.