La pandemia y las numerosas instituciones son la excusa perfecta para quienes mandan. El coronavirus se ha convertido en un arma de defensa, con la que excusarse ante la incongruencia de turno, como si cualquier decisión tomada cual mono de feria fuese consecuencia del virus. El sistema de autonomías es el gran problema de este país. Ya saben: el ayuntamiento de turno que le echa la culpa al gobierno regional y éste al central, sin coger ninguno el toro por los cuernos porque ello requiere de mayor actitud y aptitud y no está el patio como para pedirle peras al olmo. En el caso del público al fútbol, la Junta le pasa la patata caliente ("es competencia de...") a cada ayuntamiento para que éste decida si entra público. Y en los consistorios rara vez se lleva lo de pensar, guiándose cada uno por un criterio diferente (¿se guían por algún criterio?). El Ayuntamiento de Almería ha decidido que los partidos de fútbol se jueguen a puerta cerrada, sin llegar este periodista a entender cómo no se permite dejar mínimo a un familiar por niño. Los críos de ocho años aún no conducen y tienen que ser llevados por el padre que se queda en la puerta del recinto -a veces de otra localidad- a que el niño termine la actividad o subiéndose al muro. La solución es sencilla: aforo reducido y distancia de seguridad, como se hace en otras actividades. Pero eso sería más trabajo para el encargado de la instalación, en este caso, el consistorio. Y lo más fácil es lavarse las manos porque lo de que se mira por la salud es una excusa y la decisión que hay que tomar cuando no hay nada que ganar es sencilla. En el caso de los dos equipos de la capital que juegan categoría nacional, ni el Poli ni el Almería B cuentan con el apoyo del público, siendo perjudicados respecto a sus rivales. Aunque si el tema sanitario no importa (misma cantidad de jóvenes deportistas entrenando en un espacio de tiempo menor), el deportivo...

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