Análisis

Francisco bautista toledo

MECA expone en parís

La Galería MECA presenta una instalación plástica donde distintos artistas, con posturas estéticas de expresiones y estilos diferentes, convergen en una idea común sobre el devenir de nuestra cultura.

En ella, Antonio de Diego Arias recorre espacios ocultos del subconsciente. Asunción Lozano explora la construcción de la imagen percibida, mostrando la parcelación artificial del territorio que limita la libertad personal.

Carmen Guardia nos dice que el horizonte está velado por una niebla espesa, de tonalidad intensa. Eduardo Martín del Pozo insiste en el sofoco visual del entorno, ocultado por el jardín marchito. Víctor Pulido mira el abismo infinito.

Elena Pedrosa recoge en sus instantáneas los signos desapercibidos en nuestra existencia rutinaria. En ellos encuentra claves ocultas sobre el acotamiento en que se desarrolla.

Enhorabuena utiliza imágenes con un significado profundo, cuyo relato es extenso, rico y sugerente, dejando en el espectador su libre conclusión.

Fernando Barrionuevo aplica la poética del color, de trazos combinados, dando forma a una expresión de elegante belleza, que encierra, en su simplicidad visualizada, una descripción de la realidad que limita la libertad personal.

Francisco Uceda traslada el motivo central de la propuesta en sus fotografías, restos del rastro de la industria consumista.

Las huellas impresas de Javier Flores ilustran el control social creciente, al igual que la violencia impuesta en las fotocomposiciones de José Luis Lozano, intensidad de gamas que arrebatan el alma.

Juan Morante busca la evasión mediante el triunfo del color intenso, en sus caminos entrecruzados, cuan enredo que invisibilizan el horizonte de la realidad. Como Manuel Vázquez, en su confusión caótica de formas y tonalidades.

Mar Garrido es más desgarradora, representado en sus composiciones la nada tras el paso del esplendor.

Mercedes Lirola se encierra en sus formas líricas, movimiento de la materia congelado, belleza recitada en sí misma. Modhir Ahmed detiene su atención en el rastro de las figuras de individuos que son nadie, mediante trazos gruesos, conjunto de colores, acurrucados en la soledad.

Paco Lagares rememora felices horas pasadas, tiempo de lírica y estética, sometidos en la bruma del olvido impuesto.

Pedro Osákar resalta los archivos del humanismo, campos resistentes a la desmemoria. Toña Gómez refleja en su obra el fin de la vida natural. El resultado es una construcción plástica inteligentemente estructurada, gracias a Rosa Bustamante y Fernando Barrionuevo, comisarios de la exposición.

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