No ha sido una semana sencilla para el Almería. Tras una temporada sobresaliente, en varios días parece que parte del castillo se vino abajo. Que se desmembró el club. Tras quedarse sin opciones de play off reales, convendría no hacer balances del curso por no haber llegado hasta ahí, en Mallorca, pocas horas después se comunicó la marcha de Fran Fernández. Y esto sí es una verdadera pena porque la entidad pierde uno de los pilares sobre los que construir un proyecto con futuro e ilusión. La piedra angular me atrevería a decir sin fallo a equivocarme.

Pocos saben con absoluta certeza cómo ha transcurrido esa negociación. Lo que está claro es que el entrenador almeriense no estará al mando de la nave en la próxima temporada. El técnico tiene ese carácter humilde y trabajador que tantos años se demandó en el banquillo del Mediterráneo. Fue capaz de sacar todo el jugo a una plantilla netamente inferior en talento a cualquiera de las campañas precedentes. Ahora todos lucen bien en el escaparate, pero hay que recordar que hace unos meses el panorama era distinto. El caso más evidente parece el de Álvaro Giménez, pero hay más. Ahí Fran tiene mucho de culpa. Sólo queda esperar que Corona y compañía tengan bien trazadas las líneas de la nueva planificación deportiva.

La noticia positiva la aporta la continuidad de René Román, de esa estirpe de porteros que dejaron huella en la ciudad. Comprometido con el equipo, su labor en el césped ha sido excelente en estas dos temporadas. Aunque ya veterano, es una de las piezas esenciales sobre las que construir y con las que vender el proyecto a futbolistas que puedan venir. Me parece clave poder recuperar ese efecto trampolín de cara a los jugadores, algo con lo que no le fue mal al conjunto rojiblanco hace algo más de un lustro. Conviene no asentarse en la autocomplacencia y querer superar el alto listón que ahora deja Fran Fernández. Se merece que le vaya bien, aunque sea en otro lado.

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