De Saskatchewan a los territorios del Noroeste, los méstis fueron siempre los derrotados en el Canadá. Excluidos de los tratados entre nativos y blancos, pobres y despreciados por los pueblos a que pertenecieron sus antepasados; después de Batoche, cuando su revolución fue aplastada, nunca más lograron despertar. Fueron arrojados a tierras ajenas que no podían adquirir, a la vida clandestina, al alcohol, a veces a la muerte. Pero hay espacio para la esperanza en Mestiza, la hermosa traducción al español del mítico Halfbreed de María Campbell (Saskatchewan, 1946), sus memorias, narradas con pausa y sinceridad descarnada, sin patetismo ni aprensión. Lo hay para los pueblos nativos y despojados de todo bien necesario; pero lo hay también para el resto de mujeres del mundo, que encontrarán en este libro un manifiesto por su liberación.

Mestiza es un canto valiente por la reconciliación de los desheredados consigo mismos, una invitación a escrutar cada error, cada dolor, cada pasión, incluso cada traición, a fin de ponerlos al servicio del fin superior de la unidad de todo el pueblo. El concepto de mestizaje supera aquí las fronteras del grupo a que Campbell pertenece y expande su luz clandestina a las mujeres y hombres que no caben en el mundo en cada momento de la historia. A todos ellos y ellas apela esta gran historia.

Como el Ixca Cienfuegos de Fuentes para de la ciudad de México, Cheechun, la anciana bisabuela, atrapa en su persona la conciencia esencial del pueblo mestizo y asume, además, el impulso unificador que constituye el propósito real de la historia contada, a la que acompaña hasta sus últimos instantes. Quizá gracias al auxilio de esa anciana venerable, la voz de Campbell llega a revestirse de una inesperada serenidad y, a veces, parece querer consolar al lector, entregado al llanto -real o metafórico- como si fuera una santona redimida. No hay frivolidad alguna en el relato, todo lo contrario; hay desnudez, eso sí; y una decidida y vigorosa contestación a los prejuicios y las aburridas moralinas de la sociedad imperante; hay una voluntad férrea e indisimulada de doblegar el brazo del racismo y la marginación.

Mestiza, escrita en 1973 y hasta ahora inédita en nuestra lengua, es, pues, un libro necesario, que contribuye a restituir, a los que no tienen nada más, la conciencia de sí mismos y de la fulgurante fuerza que reside en su unidad. "Habrá revoluciones, tanto en el cielo como en la tierra", decía Cardenal en el tercer tomo de sus memorias, La Revolución Perdida. María Campbell también lo ha creído. Esa es su grandeza.

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