No ha sido ni la primera, ni la segunda vez que nos ha pasado esta temporada. Seguramente no sea la última, ya que aún tenemos doce jornadas por delante. Los rivales por el ascenso pinchan, el Almería tiene una oportunidad de oro para abrir brecha y acortar distancias con el líder, pero no la aprovechamos. Es como si tuviéramos miedo a volar. Ante la Ponferradina volvimos a desperdiciar una ocasión única para reivindicar nuestro fútbol y nuestras aspiraciones. Algunas cosas quedaron más claras todavía. Jugar con Samu y Morlanes es un lujo en Segunda, pero cuando uno falta, el equipo se resiente de forma notable. El cambio del mediocentro aragonés fue un disparo al pie. La segunda línea de mediapuntas no acaba de encontrar la continuidad y consistencia que necesitamos. Hay muchas alternativas y demasiados cambios jornada tras jornada y eso se refleja en los automatismos en zona ofensiva. Sadiq, ausente por sanción, es diferencial, aunque Juan Villar hizo un trabajo notable. Pepe Gomes y los cambios, los cambios y Pepe Gomes, son un binomio que no acaba de cuajar. A muchos nos habría gustado escuchar más autocrítica por parte de la expedición rojiblanca. Eso sí, de ahí a decir que la plantilla no es para tanto y que el entrenador es un inútil, hay un abismo. Creo que el Almería tiene una seña de identidad colectiva y pocos equipos pueden practicar el fútbol que practicamos, y eso es mérito de su entrenador, al que no podemos culpar de que sus jugadores desperdicien contras de 4 contra 2, por poner un ejemplo. Sí le podemos poner en el debe la derrota en el Bierzo, puesto que los cambios empeoraron al equipo y alentamos la remontada local. De la plantilla, tengo claro que es mucho mejor de lo que he leído tras la derrota ante la Ponferradina. Quedan 12 jornadas por delante. Todo puede pasar. No descarto ni ascender de forma directa, ni entrar en el play-off en el quinto o sexto puesto. Sigo creyendo en el ascenso…

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