Ceí la "crónica levantisca" de Juan Manuel Marqués Perales sobre "la educación y el respeto que muestra Urkullu", dijo exactamente en su análisis de la reciente conferencia de presidentes autonómicos en San Millán de la Cogolla.

Bien traída, para satisfacer la curiosidad de sus lectores habituales, entre los cuales estoy, la referencia a la significación cultural e histórica que tienen los monasterios del lugar, "casapuerta del País Vasco", y oportuno también, el recuerdo de que la Constitución reconoce valores adicionales a los vascos y navarros.

Pero, a mi modo de ver, ese impecable artículo que aporta la dosis conveniente de erudición y rigor histórico, tiene un punto de contrasentido que lo empobrece. Porque, ¿cómo podemos reconocer como cierto el respeto y la educación del lehendakari? Hasta el último minuto estuvo manteniendo su negativa, y sólo cuando el Gobierno central accedió a ampliar en 2.000 millones el margen de endeudamiento del gobierno vasco, el respetuoso Íñigo Urkullu tomó las de San Millán de la Cogolla.

Sinceramente, no sé cuántos son los derechos históricos ni cuándo ni cómo se llegará al final de tantas reclamaciones, de tantas reivindicaciones en nombre de sus hechos diferenciales, tan repetidas que producen hartazgo. Lo que sí sé, es que la conferencia de presidentes autonómicos ha servido menos para demostrar buena educación y respeto, que para evidenciar por enésima vez que el PNV siempre saca tajada. Más, ahora, con un presidente llamado Pedro Sánchez que les dará lo que le pidan, y lo saben, por una buena foto o un buen aplauso.

Que Urkullu vendría siempre que hubiera pago por adelantado, se sabía. ¿Cómo si no, iban a consentir sus votantes que se reuniera con él y departiera amablemente con el Rey, en una pretendida escenificación de la unidad de España? El regateo ha sido vergonzoso. Debería haberse evitado esta nueva prueba de impericia y bisoñez. Porque el eco que ha dejado el acontecimiento entre la gente común, lo es de palabras repetidas, vanas, vacuas; útiles sólo, si acaso, para alimentar un ego insaciable.

Quedan los gestos de contrariedad de quince presidentes autonómicos. A quienes vivimos en esas autonomías, el Presidente guapo nos ha hecho un feo.

Pero nos dura poco el enfado; porque "ya sabemos todos los cuentos", y porque lo que más importa ahora es escaparse por las mallas de la red con que un virus maldito quiere atraparnos. Lo otro, las decisiones políticas y económicas las va a tomar él. Lo ha dejado claro. Que Dios nos ampare. Mientras el mundo gira.

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