Todos los tópicos del toreo se dan cita en la figura de "Morante de la Puebla", es el matador de toros más influyente esta temporada postpandemia y un auténtico mito al cumplir los 25 años de alternativa (Burgos, 29 de junio 1997).

El torero sevillano José Antonio 'Morante de la Puebla' fue galardonado, en su edición de 2021, con el Premio Nacional de Tauromaquia que concede el Ministerio de Cultura y Deporte "por la singular personalidad creativa de un artista que recrea y renueva el toreo clásico para el público actual".

En nota de prensa, el Ministerio justifica la concesión de este galardón por "su compromiso con la tauromaquia en un momento difícil, en la que el diestro, asumiendo su responsabilidad como primera figura del toreo, ha diversificado sus actuaciones, apostando por la variedad de encastes y carteles, liderando el escalafón en una temporada en la que ha desarrollado faenas memorables en las principales plazas españolas".

El Premio Nacional de Tauromaquia, que cumplió su 9ª edición, reconoce la labor meritoria de una persona, entidad o institución durante la temporada española.

Cada tarde, cada festejo donde se acartela es un acto de fe y donde incluso se dan lecciones de toreo. El recital que interpreta el matador con el capote, puede ser un poemario completo, una faena tan intensa que puede enmudecer o enronquecer al respetable. Aladas chicuelinas, medias abelmontadas y versos ligados del más puro lance supremo, "raíz de todas las suertes", como definió Pedro Romero la verónica. Del saludo capotero con perezosas muñecas, del galleo por Chicuelo y, sobre todo, cuando el de negro se lo permite, un quite que se puede prolongar hasta la eternidad en una verónica inmensa por ese pitón elegido, que con nobleza, esa que aporta el toro para completar el mayor espectáculo del mundo.

Las verónicas de Morante son sublimes y no existe la más mínima impostación. Eso sí, lleva prendido en sus vuelos y bien pespunteados un aroma gitano (que no agitanado) a Rafael, el mando de Joselito el Gallo, el desgarro de Juan Belmonte, el temple de Fernando Cepeda y la lentitud mexicana con la que mece José Tomás en sus esporádicas apariciones.

Cada tarde se le ha visto asir el capote mucho más cerca de las esclavina, con las manos recogiendo bastante más tela entre los dedos para dominar al toro al rebufo de éste y al viento. Su capote, de poco apresto, se muestra liviano, suave, con el dedo gordo recogiéndolo por dentro y configurando a través de él una especie de nervio que trasmite órdenes de las muñecas a las yemas de los dedos para emitirlas después al vuelo final del percal. Genio y figura dentro y fuera de los ruedos, su trayectoria también ha estado marcada por el gran número de apoderados que lo han dirigido, desde Leonardo Muñoz (padre de Emilio de Muñoz) que le llevó a aquel debut con caballos de 1994, a la casa Matilla. Ahora decidió ir por libre.

También destacan sus idas y venidas: una en 2004 por depresión, otra en 2008 por "pérdida de ilusión" y un otra en 2017 por "aburrimiento ante un sistema que va en contra del toreo de arte". Estos tres altos en el camino hicieron que Morante volviera más reforzado a los ruedos hasta llegar a este 2022, que está yendo como el mejor año de su carrera por el compromiso mostrado, por apostar por distintos encastes, por abrir carteles, por haber liderado el escalafón y, sobre todo, por haber puesto firma a un gran número de faenas memorables.

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