Es ya habitual. Cada comparecencia de prensa en la que Fran Fernández pide un poco más a la afición almeriense levanta una oleada de indignación que se aprecia, sobre todo, en redes sociales. No falla. Cabreados, casi obcecados en su postura, muchos recriminan al técnico almeriense su actitud en un extraño comportamiento que no tolera que el entrenador pueda echar en falta algo más de apoyo. No es algo que suceda solo en Almería. La masa social del fútbol, por norma general, siempre ha aplaudido la sinceridad y tachado los tópicos; quiere mensajes directos y no palabras vacías; busca el discurso ambicioso y critica el conformismo, pero nunca, jamás, parece permitir que se le señale. El aficionado que acude a cualquier estadio se considera intocable, como si por el mero hecho de estar ahí, viendo jugar a su equipo, le eximiera de toda crítica. Los abonados del Almería llevan un lustro viendo a su equipo jugarse el descenso en la última jornada. Poco se les puede recriminar ahí. De hecho, los seis mil que siguen yendo al estadio pese a lo ofrecido por el club en estos últimos años merecen ser tratados como auténticos héroes. Pero no son perfectos. No somos perfectos. Este año, cuando los resultados en casa están acompañando, se siguen echando en falta cánticos y vítores. Impera demasiado el silencio en el Mediterráneo. Hasta se podría soñar con llegar a cantar el himno a capela cuando los jugadores salten al campo, como hacen las aficiones que llevan en volandas a los suyos y que tanta envidia sana generan. Aun así, Fran Fernández no señala en su discurso a los hinchas que ya acuden al campo, sino a los que no lo hacen. Pide más gente en la grada, y es la persona con más potestad del club para hacerlo, ya que no es responsable de la miseria vivida antaño, pero sí lo es de las alegrías del presente. Hoy, ante el Cádiz, es una oportunidad inmejorable para escalar posiciones en la tabla, pero también para que la afición dé el paso adelante que su equipo le ruega. No pasa nada por tratar de mejorar. Y es más sencillo de lo que parece.

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