Este 2020 está siendo un punto de inflexión en las vidas de muchos, no sólo de los que hemos cumplido los 40 y nos sentimos acabando la primera parte de las nuestras. Puede incluso que sea el año clave en lo que va de siglo y uno de los que aparecerá en los libros de Historia junto a la palabra coronavirus. Tiene uno la sensación de que las palabras negativo y positivo están reinventando su significado y da por pensar que lo positivo es ser negativo. Y viceversa. Eso es justo lo que pensamos muchos el jueves cuando se conoció que todos los test en la UDA habían dado negativo, salvo el del jugador que hizo saltar las alarmas y seguirá aislado. Sus compañeros, a entrenar desde esa misma tarde. Ojalá todo quede ahí, en un susto, el contagio aislado que ojalá no tenga mayores consecuencias para el afectado que perderse esa rutina junto a sus compañeros y algún partido por el ascenso. Y que este se consiga. Ante todo, la salud. Ya lo dije respecto al Fuenlabrada y me reafirmo. Son casos totalmente distintos y a las pruebas me remito. Lo que no quita para que pueda pasar en Almería con el transcurso del tiempo o que un caso similar al de los rojiblancos como es el del Zaragoza -o también el del Sevilla en Primera- se desmadre y se multipliquen los contagios. Esto es lo que hay, sin más. Convivimos desde marzo con la enfermedad y con la vuelta de la actividad, deportiva y en general, sabíamos que esto podía pasar. Y vaya si pasa. No se ha librado ni el Madrid, así como en Pulpí siguen pendientes de lo que pase con el Lorca. El ciclismo de máxima competición volvió también esta semana en Burgos y ya hubo abandonos por precaución. Más vale prevenir… Tenemos que seguir en guardia, no hay otra. Y ser comedidamente optimistas, pensar que efectivamente todo pasará aunque no ha pasado ni mucho menos. Mi deseo… Que, aunque suene contradictorio, seamos siempre negativos.

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