Análisis

Carmen rubio soler

Nuevas técnicas, viejas prácticas

El arte contemporáneo está contemplando desde hace tiempo, su conexión con el pasado

El Arte Contemporáneo está contemplando desde hace algún tiempo, su conexión con el pasado. No solo recuperando técnicas tradicionales y estilos clásicos, sino mirando a materiales ancestrales, como los tejidos o la cerámica, algunos de ellos íntimamente relacionados con la mujer, otros no necesariamente, pero casi siempre consideradas artes aplicadas y no Bellas Artes.

Cuando hacemos esta afirmación no somos ya conscientes de que el principio de esta reflexión sobre la creación artística se identifica con los años setenta del pasado siglo, hace tan solo cincuenta años, la década del feminismo. Fue entonces cuando muchas artistas comenzaron a utilizar el trabajo tradicional de las mujeres, la producción artesanal femenina, como parte integrante de las nuevas obras de Arte.

Las labores femeninas, domésticas o productivas, han sido, durante toda la historia, objeto de análisis de los artistas varones que las han transmitido mediante imágenes de sus personales puntos de vista, todos ellos masculinos. Su manera de ver a la mujer era como ángeles del hogar o como mero objeto sensual.

El punto de vista femenino, históricamente, también ha mostrado a la mujer en el pleno desempeño de sus labores. Pero también ha mostrado su propio modo de reflexionar sobre su contexto social o ha mostrado en sus obras su nuevo concepto de Arte, concepto relacionado con el rechazo de la autoridad masculina y la autoconfirmación como artistas mujeres. En este caso, desde los 70s, incluyendo, en muchas obras esas técnicas y lenguajes que le han sido adjudicados durante siglos como propios.

Los ejemplos de estas creadoras los tenemos en los telares de Rosemarie Trockel, relacionando el Arte con la producción artesanal femenina, el acto de tejer, la lana. La arañas de Louise Bourgeois, recuerdos de una madre laboriosa, inteligente y protectora, que restauraba antiguos tapices. Ringgold, con sus esculturas blandas que no son otra cosa que edredones con historias. O el Black Bolero de Miriam Schapiro como denuncia a la autoridad masculina en el mundo del Arte. Muchas, además, a lo largo de la historia, han aportado confianza y seguridad en su labor como artesanos, como Suzanne Court, que en ele s. XVI abandonó la técnica de la grisalla para los esmaltes de los talleres de Limoges, aportando una novedad que mucho tiene que ver en los éxitos de esta porcelana en la actualidad. En 1978 Charlotte Johannesson cambió su telar por un Apple II Plus, la primera generación de ordenadores personales y Aprendió a programar y utilizó las mismas dimensiones que en el tejido, 239 por 191 píxeles. Hoy expone en el Reina Sofía, hasta agosto.

Cuestionar el valor del trabajo de un artesano, hoy, es caminar sobre una fina línea entre arte y artesanía, las técnicas tradicionales y los materiales más ancestrales sirven de contrapunto y equilibrio para comprender y acercar el Arte al público en general, frente a las nuevas creaciones virtuales.

Quizás en esto el punto de vista femenino nos pueda ayudar.

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