La UDA despidió 2022 y ha saludado 2023 con gestos diametralmente opuestos. En el partido que cerró el año viejo mereció ganar, y con diferencia, y el empate no fue justo. En el primero del nuevo año no sumó ningún mérito y perdió con justicia. En Cádiz demostró tener sed de victoria y hambre de gloria. Contra la Real Sociedad fue muy inferior y no jugó a nada, sin guión ni cabeza, de forma muy equivocada y mediocre. En la Tacita de Plata fue una Orquesta más o menos afinada y días después resultó ser una Banda sin repertorio, sin orden ni concierto. En la víspera de Nochevieja, los de Rubi generaron, pero carecieron de acierto. El pasado domingo no tuvieron acierto porque sencillamente no inquietaron y pasaron por el área donostiarra de puntillas, con mucha pena y ninguna gloria. Es de sobrado conocido que el cuadro gaditano no tiene ni de lejos el nivel del txuri-urdin, pero resulta muy sorprendente la transformación, el cambio operado en el equipo en el estrecho margen de 10 días. El león voraz y ofensivo que pareció ser en el Nuevo Mirandilla mudó a gatito, sin uñas, en el Power Horse. Y eso no solo es sorprendente, sino que no es admisible por más que el rival sea muy superior. Uno y otro partidos son la referencia positiva y negativa, a la que se tiene que parecer, en el primer caso, y de la que se ha de alejar, en el segundo, en lo que resta de campeonato. Los unionistas firmaron un partido para el olvido frente a los donostiarras y necesitan enmendarse. A todos nos gustaría que el equipo fuera otro, con más calidad y de juego bonito, pero la Primera impone sus reglas y hay que apretar los dientes hasta hace saltar el esmalte y presionar como si no hubiera un mañana si se quiere jugar de nuevo contra la Real en la 2023/24. Es justo y necesario, nuestro deber y salvación.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios