Análisis

rogelio rodríguez

Pacto, oportunidad o macabra inocentada

Sánchez puede pedir solidaridad, pero no con un Ejecutivo inseguro, tramposo, dividido...

Es preciso ser muy cautos con las comparaciones históricas, ya que pueden ser manipuladas y conducir a equívocos, causar frustraciones o, incluso, actos de violencia. El pasado es una aclaración intachable, una advertencia, en lo positivo y en lo pernicioso, y cada tiempo tiene sus circunstancias y sus actores. Se puede adulterar la lección, fingir el menester, pero la consecuencia es implacable. Así que harían muy bien los actuales políticos en no pretender homologar ficticiamente los supuestos pactos que vocea Sánchez con los que el 25 de octubre de 1977 sellaron en La Moncloa los artífices de más de 40 años de democracia y concordia.

Era el Gobierno de la legislatura constituyente y lo presidía Adolfo Suárez, elegido con gran lucidez por el rey Juan Carlos I para desmontar la dictadura y arbitrar la construcción del Estado de derecho. La misión era titánica, pero las discrepancias ideológicas, enconadas en determinados casos, no impidieron que todos remaran hacia un destino compartido. Socialistas, comunistas, conservadores, nacionalistas, patronal y sindicatos sellaron un acuerdo para la recuperación económica -la inflación era del 26,39%- y la regeneración política y social. Aquellos pactos consolidaron la convivencia, las libertades y el progreso. Conviene siempre recordarlo.

Y España necesita hoy, con urgencia, un pacto de similar envergadura, aunque ni el continente ni el contenido sean los mismos, como tampoco lo son los líderes llamados a tan alta encomienda. Por eso resulta irrisorio, agraviante, que algunos exhiban como cebo la nomenclatura de aquella memorable alianza, sobre todo cuando entre los presuntos partícipes figuran dirigentes y grupos que trajinan el derribo de la Constitución de 1978 y, por ende, de la Monarquía parlamentaria. La cuestión es obvia y corresponde a Sánchez contestarla: ¿qué se puede pactar con quien sustenta su Gobierno en partidos que incitan con impunidad a quebrantar el orden constitucional?

No obstante, la iniciativa del presidente, tan agónica a causa de la tragedia sanitaria como turbia en su contenido económico y político, obliga a todos a comparecer. En primer lugar, al PP, cuyo confuso líder, Casado, dispone de una ocasión parecida a la que desperdició Rivera para desenmascarar la trama que urdía el entonces vacilante candidato socialista. Pero el inicio formal del diálogo exige también comprobar con luz y taquígrafos que la cita no contiene una macabra inocentada. Sánchez puede reclamar solidaridad con el Estado, y a ciencia cierta que la tiene con amplia mayoría, pero no con un Ejecutivo inseguro, tramposo, especulativo, retórico, dividido, en el que el vicepresidente segundo agita espantajos ideológicos, reivindica la república y abjura con envanecimiento de la lealtad que prometió en su toma de posesión.

Este virus lo paramos entre todos es el rutilante título de un relato que, en el contexto de la acción del Gobierno y sus socios, apesta a manipulador. Cuesta horrores pensar que se pueda caer en la indescriptible bajeza de apuntalar un plan político sobre las tumbas de la pandemia. La solución no puede estar en manos del problema. Sánchez tiene una última e imprevista oportunidad.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios