Que el periodismo no pasa por su mejor momento no es ningún secreto, ni mucho menos. Tampoco lo hace en su vertiente deportiva, por si había atisbo de dudas todavía. Vivimos en una época en la que los extremos, no aquellos atacantes que juegan en banda, están más presentes que nunca en la sociedad. Una época en la que se mira mal a quien piensa diferente en cualquier ámbito de la vida.

El estás conmigo o contra mí en estado puro, en su mayor esplendor. Unos hábitos que el periodismo, por desgracia, no ha esquivado. O más bien los dirigentes de los principales medios no han querido hacerlo. Un periodismo en el que el espectáculo se está comiendo a la información, el show devorando a la esencia periodística. Basta con ver los datos de audiencia para percatarse de ello. Atravesamos unos tiempos en los que el denominado periodismo de bufanda está en pleno auge, en especial en lo que a deporte se refiere.

No son ya extraños los casos en los que el propio periodista antepone unos colores a su propia profesión. Un caso que se vislumbra a la perfección en las tertulias que inundan cada vez más los medios de comunicación audiovisuales. Esas en las que en muchos casos se llegan a perder las formas con tal de defender al equipo de turno como si no hubiera un mañana.

Una clase de periodismo que ya incluso se cuela en rueda de prensa, tal como sucedió en la Supercopa femenina disputada en tierras almerienses. Así, durante la comparecencia del técnico del Atlético de Madrid tras su pase a la final uno de los participantes le llegó a insinuar que aquello había sido gracias a la no presencia del VAR. Pero no conforme, el susodicho no dudaba en publicitarlo en sus redes sociales para mostrar su orgullo. La antítesis de lo que debe ser el periodismo hecha realidad. La lacra del periodismo.

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